«(…) Santiago ha sido el baluarte más firme de la Revolución», afirmaba Fidel Castro con voz febril en el Parque Céspedes la madrugada del 2 de enero de 1959, cuando el pueblo, juntado en balcones, árboles, cúpulas, celebraba junto a su líder el triunfo definitivo de la libertad.
Una certeza que el barbudo rebelde fue concibiendo desde la primavera de 1933, cuando siendo un niño de casi seis años iniciaba una alianza moral con la urbe donde encontraría motivos y espacios para cimentar su carácter y entusiasmo redentor.
El especial encantamiento que causó en él la profusión de edificaciones en matrimonio con el mar contrastaba con el ambiente de opresión y miseria a la que se resistía la gente de este lado de la Isla.
En lo alto del Tivolí, en una pequeña casa con vista al infinito, ganaba su primera victoria contra las normas del hogar y la sociedad, única manera de protestar ante la realidad imperante. Al dejar el hogar de las hermanas Filiú repartió parte de su niñez y primera adolescencia en los colegios de La Salle y Dolores; en aquellas aulas moldearía su temperamento y erudición al conciliar la excelente formación de los maestros con sus desafiantes posturas contra el dogma. Quizá por ello prefería el albedrío de las excursiones a las montañas y la práctica del deporte como forma de redimir tanto ímpetu.
Cuando por decisión propia decidió seguir sus estudios en La Habana, el espíritu de la capital oriental le supo algún día sujeto del retorno, cual depositario del anhelo común de alcanzar la redención no conquistada.
Motivaciones para el agradecimiento
Ciertamente volvería Fidel. Lo haría acompañado de lo mejor de su generación y con la promesa martiana como proa. El objetivo de fundar la Revolución, armar al pueblo e iniciar la rebelión contra la tiranía batistiana tenían en estos lares fomento y razón. Fidel y Santiago de Cuba estaban, otra vez, frente a frente. Era el verano de 1953.
Desde entonces los hijos de esta tierra le fueron cómplices en los episodios de la Granjita Siboney, el Moncada, la cordillera de la Gran Piedra, el Vivac, la prisión de Boniato, el Tribunal Provincial, el hospital Saturnino Lora, la Sierra Maestra…
Fidel en la Sierra Maestra.
Este pueblo replicó de voz en voz el alegato que cambiaría los destinos del país. Este fue el pueblo que adelantó en la expresión de dos jovencísimas marianas un juramento eterno: ¡Fidel, Santiago está contigo! Este fue el pueblo que no le falló y se vistió de verde olivo, sangre y gloria el 30 de noviembre de 1956. Este fue el pueblo que lo acompañó en la ruta triunfante que señalaron entre tantos sitios de dignidad, La Plata, El Uvero, Las Mercedes, Santo Domingo, Baire, Contramaestre, Palma Soriano, Maffo, el Cobre, Santiago. Este fue el pueblo que le secundó en la huelga general y rechazó el intento de golpe de Estado. Esta ciudad y su gente lo hizo suyo, definitivamente, el 1ro. de enero de 1959 en el balcón del Ayuntamiento, el balcón de Fidel.
La de su niñez y sus actos de rebeldía, el regazo de sus compañeros ni olvidados ni muertos, era ahora la ciudad de la victoria.
Aquí se definió como un raigal hijo de oriente. Aquí retornaría una y otra vez para entregarnos renovados desafíos en la construcción de la obra revolucionaria, porque este terruño no solo ha sido y es el baluarte más firme de la Revolución, sino el baluarte de Fidel.
Por esa cercanía de los afectos no es de extrañar que identifiquemos como palabras nacidas desde lo profundo el requiebro amoroso que desde una garganta, a ratos presa de la emoción, nos dedicara junto al título honorífico y excepcional de Ciudad Héroe de la República de Cuba, y la Orden Antonio Maceo, en 1984.
Nos distinguió, además, con particular fervor en las celebraciones patrias, las visitas de amigos, su vida política o los momentos más complejos y singulares de nuestra tradición reciente. Por eso le confió a los santiagueros varias veces su candidatura al Poder Popular y a los congresos del Partido Comunista de Cuba. Por eso, trajo hasta acá la celebración del 4to. Congreso del Partido, cuando en octubre de 1991 los acontecimientos aconsejaban sustentarnos sobre el capital simbólico y épico de estos dominios. Por eso, en el último febrero de la pasada centuria nos juntó para, en nombre del pueblo de Cuba, proclamar el Juramento de Baraguá, que a la luz de estos días se sostiene como la argumentación ética del concepto de Revolución.
Y así podríamos ir hilvanando evidencias, anécdotas, fechas que entretejen con justeza la relación entrañable del Comandante en Jefe con la villa y los lugareños; pero nunca será un argumento más significativo que aquel resguardado por cada santiaguero en el íntimo abrigo de su corazón. Ese que se traduce lo mismo en inocente arrojo chovinista que en criolla expresión de orgullo y distinción.
Vuelve Fidel a la ciudad. Dicen algunos que definitivamente. Yerran, cuando se trata de Fidel y de Santiago nunca existe una última vez, juntos continúan haciendo la historia.
Eso sí, desde este 4 de diciembre sus restos y memoria tendrán morada en el patrimonial camposanto donde guardamos con fervorosa devoción los altares de la Patria. No habrá mejor sitio. Solo allí, en el remanso de una tarde sin efemérides ni celebraciones, no faltará nunca quien agolpe mil razones en el pecho para exclamar: ¡Gracias, Fidel!
¡Santiago de Cuba!
Hemos venido ante ti, al cumplirse el 25 aniversario, con una Revolución hecha realidad y todas las promesas cumplidas. ¡A ti te otorgamos hoy el Título de Héroe de la República de Cuba y la Orden Antonio Maceo, aquel insigne hijo tuyo que nos enseñó que jamás un combatiente cesa en su lucha, que jamás puede haber pactos indignos con el enemigo, que jamás nadie podrá apoderarse de Cuba sin perecer en la contienda!
Tú nos acompañaste en los días más difíciles, aquí tuvimos nuestro Moncada, nuestro 30 de noviembre, nuestro Primero de Enero. A ti te honramos especialmente hoy y contigo a todo nuestro pueblo, que esta noche se simboliza en ti.
¡Que siempre sean ejemplo de todos los cubanos tu heroísmo, tu patriotismo y tu espíritu revolucionario!
¡Que siempre sea la consigna heroica de nuestro pueblo la que aquí aprendimos!
¡Patria o Muerte!
¡Que siempre nos espere lo que aquí conocimos aquel glorioso Primero de Enero: La Victoria!
¡Gracias, Santiago!
Fidel Castro Ruz
1ro. de enero de 1984
Fuentes consultadas:
-Libros de Katiuska Blanco Castiñeira sobre Fidel Castro Ruz
-Fidel Castro Ruz en tierras santiagueras. Cronología 1933-2003. Colectivo de autores. Ediciones Santiago, 2016
-Cien horas con Fidel: conversaciones con Ignacio Ramonet. La Habana: Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, 2006
-Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en el Parque Céspedes, de Santiago de Cuba, el 1ro. de enero de 1959
Licenciada en Español – Literatura. Periodista. Profesora Asistente. Habilitada en guión y realización de programas de TV. Editora del sitio digital de la televisión de la provincia de Guantánamo. Bloguera y activista de las Redes Sociales