Cabotaje en la Historia

Jamás hubo duda, pero lo recordamos de nuevo: este pueblo tiene en su puño madera de yate y lleva en su pecho blancura de Granma. En nuestra Plaza más grande formamos un humano Tuxpan habanero para adentrarnos en la corriente del Caribe nacional que hasta el último sitio busca un mejor horizonte apostado en Los Cayuelos, al pie de Las Coloradas.

Nadie debe equivocarse: la expedición continúa aunque el Jefe nos haya puesto otras pruebas con su aparente partida. Ahora, si es que cabe, Fidel está más alto en el puente de mando y puede deslindar mejor, al frente de esta archipiélaga nave, dónde azulea el mar de lo justo y dónde debe arrancarse el mal que germine. De eso trata la Revolución más grande de una Isla.

Sesenta años después, el Granma ha crecido y se levanta tanto como el Santiago de Frank. Hoy es todo un portaamores, un navío acorazonado, temible para quienes quieren vernos caer. Es el arca moral donde salvamos, en la cardinal pareja del pueblo y su dirigencia, el proceso que elegimos.

El barco que seis décadas atrás partió repleto de patriotas que promediaban apenas 27 años enroló ayer a decenas de miles de jóvenes y niños que, marchando, bajaron aun más la edad del compromiso. Nadie pudo contar los Ernesto, Camilo, Juan, los Raúl que entre ellos custodian con plena fidelidad las olas de la patria.

De hecho en hecho, fecha en fecha y puerto en puerto, este pueblo que se muestra amante y combatiente va seguro, sin marearse, en la cubierta del yate que sigue el cabotaje de ejemplo en las costas cubanas de la Historia.

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