Andan mal los relevistas

 Liván Moinelo es el más efectivo de nuestros relevistas. Foto: Ricardo López Hevia No es noticia para nadie. Uno de los factores de éxito más importantes en el béisbol moderno es el pitcheo de relevo. En todas las ligas beisboleras del mundo se le presta una atención especial al grupo de relevistas y ya resulta un «ave rara» ver a un lanzador mantenerse en el montículo las nueve entradas.

Son muchas las teorías que defienden la utilización de uno, dos y a veces más apagafuegos en un partido. Entre las más divulgadas está la que asegura que después de los primeros 100 lanzamientos el brazo comienza a resentirse y es propenso a la fatiga, la cual tiene como principales síntomas un descenso en la velocidad y la pérdida progresiva del control.

Sin embargo, nos cuesta trabajo interiorizar todos estos conceptos y, por consiguiente, nuestros relevistas en general no alcanzan el nivel necesario para salir a mantener una ventaja, sea menor o mayor. El pasado jueves 24 fue un ejemplo.

En uno de los dos choques nocturnos de la jornada parecía que los Toros agramontinos se llevaban el triunfo ante los Alazanes granmenses después de siete entradas y ventaja de cinco carreras, 7-2, con buen trabajo de Erly Casanova. En el octavo, Osvaldo Abreu y Dennis Laza abrieron con sencillos y es entonces cuando Yormaris Socarrás sustituye a Casanova (¿por qué esperar a que le conecten dos jits al abridor en el último tercio?).

Acto seguido Guillermo Avilés le botó la pelota a Socarrás y la diferencia se redujo a dos carreras. Y en el noveno otro jonrón, de Dennis Laza con dos en bases, le dio el triunfo a Granma, 8-7. En solo una entrada y dos tercios el relevista agramontino permitió dos bambinazos y cuatro limpias.

Veamos el encuentro Cocodrilos-Cachorros en el Calixto García. Yoanni Yera dejó en cinco jits a los anfitriones, una carrera con ocho ponches y un solo boleto, a las puertas de su oncena victoria, pues el juego estaba 2-1.

Llegó en el octavo el cerrador Alexander Bustamante y el segundo bateador al que se enfrenta, Yusniel Ibáñez, le botó la pelota por el bosque derecho para empatar el cotejo a dos carreras.

Entró a lanzar Danny Aguilera y no pudo sacar out: dos veces al bate, dos jits, y finalmente salió del box aceptando dos limpias. Detrás, Yoandry Ruiz y la misma historia, enfrentó a un bateador y le pegó jit. Total: tres tiradores sacaron solo dos outs y aceptaron cuatro carreras.

En la trinchera contraria el zurdo pinareño Liván Moinelo no pudo evitar el doblete de Yurisbel Gracial que igualó el pizarrón, pero después se compuso y colgó los dos últimos ceros para sumar su décimo triunfo.

En el único partido diurno de la jornada, Azucareros vs. Tigres, el zurdo Robelio Carrillo lanzó cinco capítulos, aceptó dos carreras con cinco jits. Detrás llegaron dos relevistas, Yanny Delgado y Eduardo León, quienes en tres innings permitieron siete carreras, todas sucias debido al desplome de la defensa villaclareña. Pero en 15 veces al bate le conectan cinco jits, un promedio de 333.

En resumen, una muy baja efectividad de los hombres que se supone deben completar la buena faena de un abridor. Una excepción: el granmense Carlos Santana, autor de 14 outs aceptando solo dos jits con cuatro ponches.

El poco control es el peor enemigo de la mayoría, además de cierta tendencia de culpar a los árbitros —no solo los bateadores protestan los conteos, muchos lanzadores también—, lo cual no contribuye a la necesaria concentración. El pitcheo relevo efectivo sigue siendo una asignatura por aprobar en nuestro béisbol.

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