Abel Santamaría Cuadrado: el Elegido de la Revolución

Guantánamo.- “Siempre que se hace una historia se habla de un viejo, de un niño o de sí, pero mi historia es difícil:  no voy a hablarles de un hombre común.  Haré la historia de un ser de otro mundo, de un animal de galaxia. Es una historia que tiene que ver con el curso de la Vía Láctea, Es una historia enterrada Es sobre un ser de la nada…”

Esta es parte de la letra de la canción El Elegido de Silvio Rodríguez, en la cual se enaltece la valentía de Abel Santamaría Cuadrado, quien estuviera entre los jóvenes que asaltaran el cuartel Moncada aquella mañana de la Santa Ana, el 26 de julio de 1953.

Tal como escribió Silvio Rodríguez, Abel Santamaría Cuadrado, no es un hombre común, sino del Elegido, el joven que decidió su propio destino y sigue matando canallas con su cañón de futuro. Un hombre que sigue demostrando con su legado que lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida. Y esta son suficientes razones para que por siempre reconozcamos su valía.

Hijo de emigrantes españoles Abel había nacido en Encrucijada, provincia de Las Villas el 20 de octubre de 1927.  Su infancia y adolescencia, transcurrieron en el ingenio azucarero Constancia, junto a sus hermanos Haydée, Aída, Ada, y Aldo. Comenzó a laborar a los nueve años en la tienda del central, donde fue mozo de limpieza, despachador de mercancía y oficinista

A los trece, conoció al líder azucarero Jesús Menéndez, y esto lo impulsó por el camino de las ideas socialistas. Posteriormente, viaja a La Habana en busca de mejoría y alquila un apartamento en el Vedado, sitio que se convertiría en centro de reunión de los jóvenes que reclutaba Fidel. Desde allí, se forjaba la naciente Revolución.

Al producirse el golpe de estado de Batista el 10 de marzo de 1952, Abel estuvo entre los primeros en manifestar su repudio.  Junto a un grupo de jóvenes, entre ellos, Jesús Montané y Raúl Gómez García, edita el periódico clandestino Son los mismos, más tarde El Acusador. En este momento él y sus compañeros se incorporan al movimiento insurreccional organizado por el entonces abogado Fidel Castro.

Abel Santamaría y Fidel se conocieron durante los actos de recordación del 1ro de mayo de 1952; en el cementerio de Colón. Ahí Santamaría encontró a quien, como él, creía que:  “Una revolución no se hace un día, pero se comienza en un segundo”.  Fidel, en cambio, conoció a quien catalogó “como el más generoso, querido e intrépido de nuestros jóvenes”.  

A partir de ese momento, quedó sellada entre los dos, una extraordinaria amistad. Fidel confiaría en Abel los asuntos y tareas más importantes del incipiente grupo insurreccional. Por su modestia, confianza y disciplina, Abel Santamaría Cuadrado es elegido como Segundo Jefe del Movimiento de la Generación del Centenario. 

En esta condición, participó actividades de adiestramiento militar, preparación de las células, propaganda, búsqueda de recursos económicos, compra de armamentos y uniformes. Asume, además, la preparación del cuartel general del movimiento en la Granjita de Siboney, y del hospedaje de los revolucionarios.

La noche del 25 de julio, Abel y Fidel se reunieron con los asaltantes para exponerles sus misiones en el combate, entonces Abel diría: Es necesario que todos vayamos con fe en el triunfo; pero si el destino es adverso estamos obligados a ser valientes en la derrota, porque lo que pasó allí se sabrá algún día (…) Nuestro ejemplo merece el sacrificio y mitiga el dolor que podamos causarles a nuestros padres y demás seres queridos. ¡Morir por la Patria es vivir! “

Previo al ataque, Abel intenta una vez más convencer a Fidel de ir al lugar de mayor peligro para proteger la vida del jefe revolucionario, pero esto le fue negado: “No vamos a hacer como hizo Martí, ir tú al lugar más peligroso e inmolarte cuando más falta le haces a todos”.

Ante esta afirmación el joven abogado comprendiendo la preocupación del segundo jefe de la acción, le pone las manos sobre los hombros y determinante le manifiesta: “Yo voy al cuartel y tú vas al hospital, porque tú eres el alma de este Movimiento y si yo muero tú me reemplazarás”.

Abel Santamaría debía de tomar el hospital civil “Saturnino Lora”, limítrofe al Moncada con 19 combatientes, entre ellos, Haydeé, Melba Hernández y el doctor Mario Muñoz Monroy. Pero la acción armada fracasó y cayó prisionero junto a varios compañeros, fue brutalmente torturado por los esbirros del ejército batistiano y finalmente asesinado el mismo día 26 de julio de 1953. Tenía solo 26 años y la tiranía batistiana apagaba su vida.

“Es mejor saber morir para vivir siempre”, dijo Abel a su hermana Haydee antes de ser ultimado. Con esta premisa, siempre que aludimos a la vida, pensamos en aquel joven alto y rubio, que llevaba espejuelos redondos de armadura de carey. Pensamos Abel Santamaría Cuadrado, un joven que con su muerte el 26 de julio de 1953, pasaría a la historia no solo como el Elegido de Silvio Rodríguez, sino también como el Elegido de la Revolución.

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