La guantanamera Lourdes Mosqueda junto a Fidel Casttro el 21 de junio de 1959

Una reina recuerda orgullosa cuando conoció a Fidel

La guantanamera Lourdes Mosqueda junto a Fidel Casttro el 21 de junio de 1959 Guantánamo.- Para Lourdes Mosqueda, una típica cubana, muchos sucesos en sus 76 años le son inolvidables: sus realizaciones personales, la satisfacción de la familia que construyó, y aún más, la llegada de la Revolución a su natal Puriales de Caujerí, y con ella la alfabetización y el primer plan de vacunación en las montañas.

Pero ningún momento singulariza tanto su historia como aquel del 21 de junio de 1959 en que Fidel, recién triunfante líder revolucionario, discursaba a los campesinos de la nororiental Villa de Baracoa, y dedicó espacio de su apretada agenda para conocerla como “Reina de la Reforma Agraria”.
   
Allí el adalid cubano supo de la elección por el pueblo a esta guantanamera de origen humilde, en una especie de concurso de belleza, quizás uno de los últimos de su tipo realizados en Cuba.
   
Lejos de la banalidad que caracteriza hoy en el mundo a eventos de ese carácter, esa vez lo promovían incentivos nobles: apoyar y celebrar el naciente proceso de redistribución de tierras en el país, que proscribió el latifundio y convirtió en propietarias a familias campesinas pobres.
   
Entre la muchedumbre que escuchaba a Fidel estaba la entonces veinteañera Lourdes, quien aún describe con brillo en los ojos su impresión al ver la imagen imponente del Comandante en Jefe de regio verde olivo, hablando a la multitud de multiplicar escuelas en las serranía y de la importancia de defender la Revolución.
   
“Recuerdo como hoy los aplausos a él, quien se refirió además al interés de crear técnicos y universitarios, de la necesidad de organizarse, seguir sembrando, aprovechar eficientemente los recursos en el desarrollo económico del país, y elevar el e stándar de vida del pueblo, para lo cual se requería del aporte de todos”.
  
 Los pormenores de aquella alocución, y la pequeña intervención casi inédita de una “reina” entre la masa entusiasta, se perpetúan en la transcripción taquigráfica del discurso, y los comenta ahora Lourdes en la acogedora salita de su casa en la capital provincial, donde vive desde hace 12 años.
   
“En aquella ocasión emotiva solo atiné a expresar mi orgullo por representar de alguna manera a la Ley con que la patria recobraba para sus hijos el derecho a la tierra.
   
Porque la Reforma Agraria ayuda al campesino –dije entonces- reconociendo el valor del proceso que emergía, promulgado a escasos cuatro meses y medio del triunfo revolucionario, y un mes antes del discurso en la Villa Primada”.
   
Aunque ya transita por la denominada tercera edad, esta septuagenaria señora aún mantiene una belleza y esbeltez, que delata cuanto de beldad premió su juventud, cualidad necesaria para merecer aquella aureola de reina, además de buena conducta social y apoyar en la promoción de la bienhechora medida revolucionaria.
   
Otras importantes misiones reclamaban a Fidel y poco tiempo pudo estar en la zona, no sin antes tomarse una foto con ella –rememora- y delegar en el entonces capitán local Carlos Chaín para el gesto de la simbólica coronación.
   
“El certamen se hizo en Baracoa y competían muchachas de ahí y de localidades aledañas. Era un evento tradicional del campo y ahora celebraba a la Revolución. Años atrás, en la neocolonia, había sido también Reina del Maíz -para esa cosecha- pero tenía otro significado, mediaba el incentivo de la remuneración.”
   
La conversación afloró otros recuerdos de Lourdes: su vida sencilla en El Palmar, de Puriales de Caujerí –del hoy municipio San Antonio del Sur- “pobladito de histórico fervor rebelde, por la colaboración casi unánime de sus campesinos en la lucha liberadora contra la dictadura batistiana”.
   
“Muchos apoyamos, los más jóvenes llevábamos comida y hamacas a los barbudos”.
   
En esa intrincada localidad -a unos 90 kilómetros al noreste de la ciudad de Guantánamo- operó uno de los campamentos de la Columna 18 del II Frente Oriental Frank País, dirigido por el entonces comandante Raúl Castro, y que tuvo en Vilma Espín un pilar importante.
   
“En septiembre de 1958 ambos sostuvieron inspiradores encuentros con miembros locales del movimiento 26 de Julio. En un recorrido llegaron a mi casa, donde había un pequeño Café campesino, cercano al río Sabanalamar. Aún me parece ver a la heroína mirarse en el espejo de la salita: tan bella como brava y emprendedora”.
   
Los intercambios con los lugareños, ansiosos de justicia social, posibilitaron aunar personal de respaldo al movimiento rebelde, y a tareas cruciales como la educación política y la formación de enfermeras empíricas, maestras. También se organizó el Comité de Damas Todo por Cuba, para aglutinar a las féminas.
   
Tras el triunfo de 1959 varias de esas cubanas protagonizaron en esas montañas la campaña de alfabetización y el primer plan de vacunación, acciones llevadas hasta inhóspitos sitios de la Isla. En el 61 se inauguró en Puriales el Hospital rural Félix Pena, donde Lourdes se incorporó a trabajar por varios años.
   
Esta guantanamera no cabe aún en sí al saberse testigo de esos importantes momentos de la nación, y recurre a aquellas reveladoras instantáneas que guarda con celo, en especial la que aparece junto al Líder de la Revolución, en aquellos días en Baracoa, cuando fue “reina”.

“Precisamente hace unas noches –me enfatiza- soñé con él y quería darle un beso en la frente”.
  
 Al dorso de la foto, tras 57 años permanece legible una rúbrica del puño y letra de ella que reza: “con mi Fidel…”.

 

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