Una decisión trascendental para la Revolución

Guantánamo.- A pesar del tiempo transcurrido resulta imperecedero el momento en el que Fidel Castro, aquel 6 de agosto de 1960, dio lectura a la relación de las 26 empresas nacionalizadas mediante la Ley No. 851 adoptada exactamente un mes antes para establecer la forma y modo de indemnizar el valor de las propiedades de personas naturales y jurídicas nacionales de Estados Unidos que pasaran forzosamente al patrimonio del Estado cubano.

La mención de cada nombre por el primer ministro del Gobierno revolucionario fue seguida por aplausos de las miles de personas reunidas en el Estadio del Cerro (el actual Latinoamericano) y un coro de voces que repitió una y otra vez “!Se llamaba!”, como aprobación expresa de tal decisión. (1)

De ese modo quedaron nacionalizadas las empresas Guantánamo Sugar Company, la Compañía Azucarera Soledad S.A. y el Central Ermita S.A., entonces ubicados en la región guantanamera. Fueron los 36 centrales azucareros que tenían dueños norteamericanos y los bienes de las mal llamadas empresas cubanas de Electricidad y la de Teléfonos, así como de las petroleras Esso, Texaco y Sinclair, las que fueron objeto del acto soberano.

¿Por qué las nacionalizaciones?

Desde incluso antes del 1 de enero de 1959, el gobierno de Eisenhower no vio con buenos ojos a Fidel y sus barbudos. Está documentado todas las maniobras que hicieron para que el dictador Fulgencio Batista renunciara y saliera del país, cediendo el poder a un gobierno de facto del agrado de Washington.

Pero Fidel frustró la intentona convocando a una huelga general que la desinfló en pocas horas. La Casa Blanca pareció tolerar la situación y hasta aceptó una visita del líder revolucionario en abril de ese año. No fue oficial y Eisenhower declinó recibirlo. En su lugar lo hizo el entonces el vicepresidente Nixon (tristemente célebre después por la guerra de Vietnam y el escándalo de Watergate).

El 17 de abril, en el hotel Statler, en Washington D.C., en un discurso pronunciado durante el almuerzo ofrecido con motivo de su visita, el joven primer ministro dijo: “Cuando alguien me preguntó si no veníamos a buscar dinero, de qué manera podía Estados Unidos ayudarnos contesté, únicamente con un trato justo en materias económicas. En segundo lugar, con una comprensión justa y cabal, porque una comprensión cabal es lo único que necesitamos”. (2)

Pero la advertencia de Fidel de que comenzaba una nueva etapa en las relaciones bilaterales no fue escuchada en la Oficina Oval. Pronto la tensión entre los dos gobiernos se elevó en espiral en la medida en que el Gobierno revolucionario promulgó medidas populares que iniciaron la ruptura de la subordinación económica, por tanto política además, establecida desde la implantación de la República con Enmienda Platt, el 20 de mayo de 1902.

La primera Ley de Reforma Agraria, del 17 de mayo de 1959, agudizó las divergencias políticas e ideológicas entre ambos países. No fue nada del gusto yanqui que la expropiación del latifundio predominante en Cuba proscribiera la tenencia extranjera de la tierra, en particular por empresas norteamericanas, y entregara la propiedad a quien la trabajaba.

La Casa Blanca adoptó una política cada vez más hostil. En el contexto de la aplicación de la ley agraria, Estados Unidos amenazó con la reducción de la cuota azucarera, la prohibición de inversión privada norteamericana y la eliminación de todo tipo de ayuda económica.

Washington comenzó a tramar el derribo de la Revolución. El 11 de diciembre de 1959, el director de la CIA, Dulles, presentó al Consejo de Seguridad Nacional un plan para lograrlo en el que se considerara necesario cuidadosamente la eliminación de Fidel Castro”. (3)

En 14 de enero de 1960, en una reunión del consejo, el subsecretario Livingston Merchant precisó: “Nuestro objetivo es ajustar todas nuestras acciones de manera que se acelere el desarrollo de una oposición en Cuba que de origen…a un nuevo gobierno favorable a los intereses estadounidenses”. (4)

Así en junio, por indicaciones del Departamento de Estado, las empresas petroleras de ese país informaron que no enviarían más crudo y prohibieron a sus refinerías en la Isla procesar el proveniente de otros suministradores, pese a que una ley cubana de 1938 establecía la obligatoriedad de esas empresas de procesar el petróleo que el Estado les suministrara.

El 6 de julio, a pedido de Eisenhower, el Congreso norteamericano aprobó la Ley Pública 86-592 y lo autorizó a reducir en 700 mil toneladas cortas la cuota azucarera cubana para el resto de 1960 y el primer trimestre de 1961, lo cual llevó a cero las exportaciones desde Cuba, privando a la nación caribeña de su principal fuente de ingresos en el exterior que le permitirían, en gran medida, indemnizar a los que se les había nacionalizado sus propiedades.

Como respuesta la agresividad de Washington, ese propio día el Gobierno revolucionario puso en vigencia la Ley No. 851, como un justo acto de soberanía nacional.

Y así llegó el funesto 6 de agosto de 1960 para las empresas yanquis en Cuba. En el acto de clausura del Primer Congreso Latinoamericano de Juventudes, Fidel anunció la trascendental aplicación de la ley revolucionaria “como decisión justificada, por la necesidad que tiene la nación de resarcirse de los daños causados en su economía, y afirmar la consolidación de la independencia económica del país”. (5)

 

 

 

 

  • Periódico Revolución, 8 de agosto de 1960, pp. 4 y 6
  • Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, primer ministro del Gobierno revolucionario de Cuba, durante el almuerzo ofrecido por la Asociación Américana de Editores de Periódicos, con motivo de su visita a Estados Unidos, en el hotel Statler Hilton, el 17 de abril de 1958.
  • Pino Machado, Quintín. La batalla de Girón: razones de una victoria, p. 233.
  • Gleijeses, Piero. Misiones en conflicto. La Habana, Washington y África, p. 27.
  • Periódico Revolución, 8 de agosto de 1960, pp. 4 y 6

 

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