Simplemente inaceptable

¿Por dónde andamos en este mundo? ¿Lo hemos visto todo o nos falta mucho por ver… y sorprendernos?. Yo diría que cada día un nuevo hecho nos convoca a reflexionar sobre los viejos y malgastados patrones de «democracia», con lo que se disfraza la injerencia política.  

Este martes, el sitio digital Sputnik trajo la noticia: «La Unión Europea considera que las elecciones presidenciales celebradas en Belarús fueron fraudulentas y, por ello, no reconoce a Alexandr Lukashenko como presidente legítimo del país», declaró el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell.

Como debiera ser, racionalmente hablando, acudo al hecho, es decir, a los comicios en Belarús, un país independiente, democrático y soberano; con una Constitución votada y aprobada por sus ciudadanos y con unas elecciones a las que pueden presentarse los partidos opositores, lo mismo optando por un sitio en el Parlamento que para ocupar la silla presidencial.

Y así ocurrió el 9 de agosto pasado. Entre los aspirantes a la presidencia estaban el actual mandatario Alexandr Lukashenko y  su rival principal, la opositora Svetlana Tijanóvskaya.

Ese día se abrieron las urnas en presencia de todos aquellos componentes del pueblo que quisieran observar el acto. La votación transcurrió durante toda la jornada prevista por la ley y, luego de un minucioso y transparente conteo, se informó públicamente el resultado: Alexandr Lukashenko, 80,1 % de los votos, y Svetlana Tijanóvskaya, 10,1 %.

Desde mucho antes de los comicios ya la oposición, con la anuencia de Occidente y la injerencia directa de gobiernos de la región como Polonia, la República Checa y Lituania, habían «declarado fraude».

A lo interno, grupos opositores y componentes externos, llamaron a realizar acciones de protestas, incluyendo expresiones de violencia, para crear el caos y la inestabilidad. Hablaban de fraude y pedían invalidar los resultados y algo tan inconstitucional como la renuncia de Lukashenko y la entrega del poder a la opositora Tijanóvskaya, sin importar para nada la diferencia que hay entre el porciento de los votos obtenidos por el actual mandatario y el de su rival.

Las protestas han sido alimentadas y amplificadas por gobiernos occidentales y grandes medios de difusión al servicio de estas.

Declarar fraude sin alguna prueba que lo sustente, es un acto tan ilegal y antidemocrático e injerencista como no reconocer al vencedor en unas elecciones, de las cuales no hay evidencias de vicios, de esos que pululan en las llamadas «democracias» occidentales, que se muestran tiranías a la hora de politizar procesos electorales, siempre en contra de los candidatos menos apegados a Occidente y menos serviles a Estados Unidos.

Cantar fraude y no reconocer al presidente que en Belarús ganó con una  diferencia de 70 puntos porcentuales, solo tendría valor cuando se aporten pruebas que lo sustente.

Mientras, no pasa de ser una posición que promueve el caos y la inestabilidad. Es algo simplemente inaceptable.

Tomado de Granma

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