¡Queda pólvora en el barco!

Guantánamo (Redacción Solvisión) Como mismo los Tigres aseguraron no morir en puerto ajeno, los Piratas consiguieron este martes mantenerse fieles a su espíritu aventurero: si llega el momento de que sus sueños terminen hundidos en el fondo del mar, que sea lejos de sus costas, en el intento de tomar por asalto la fortaleza «enemiga».

Y lo hicieron como ya nos tienen acostumbrados, protagonizando otra tarde mágica que ensancha la leyenda del Cristóbal Labra de esta ciudad, donde el rival se queda sin margen de maniobra después del más mínimo fallo.

Hubo un antes y un después en la ruta de la armada local. Porque mientras el control y los fallos defensivos pasaron factura al abridor Ulfrido García, los bateadores locales parecieron aletargados durante gran parte del juego, como si algún hechizo impidiera las conexiones frente al derecho Dachel Duquesne, la sorpresiva elección del alto mando avileño.

De forma algo inexplicable, la estrategia de Roger Machado consiguió buenos resultados. No pasaron de cinco los bateadores frente a los que Dachel logró ponerse por arriba en el conteo, y a lo largo de sus inmaculadas seis entradas de actuación, tiró más bolas que strikes. Sin embargo, fue en el cuarto episodio que encajó el primero de los dos únicos imparables permitidos, y si bien regalaba cuatro bases por bolas, la misma cantidad de bateadores quedaron con el mosquete al hombro.

En medio de esa dinámica superó Duquesne los «disparos» reglamentarios y cambió de golpe el panorama. Vino Vladimir García y los Piratas fueron otros después del pelotazo que, con dos outs, le propinó al jovencito Alfredo Rodríguez. Solo él, tal vez la almohada, o quizá alguien muy cercano, llegue a saber algún día si fue o no intencional. Pero como antecedente estaba su historial, además del largo y decisivo batazo que el paracortos pinero le conectó el pasado sábado, y de ahí, seguro, la agresiva reacción. Cuestionable, con repercusiones para ambos bandos —Alfredo terminó expulsado—, pero visto con cierta distancia los acontecimientos, los efectos más negativos se dieron en la tropa visitante.

Tras el exabrupto, el Cañón de la Trocha perdió la confianza. Y con ella, la zona de strike. Los boletos consecutivos a Julio Pablo Martínez para llenar las bases, y a Dainer Galvéz para propiciar la primera anotación de los Piratas, convirtieron el graderío, con claros visibles por la pronta decepción de algunos aficionados, en un verdadero polvorín.

Una vez más el béisbol daba revancha, y hombres determinantes en esta historia, como el gran capitán Michel Enríquez y su contramaestre Luis Felipe Rivera, encontraron espacio para ella. El ídolo de estas tierras parecía apagado, como si su error en el segundo episodio, que costó tres de las anotaciones rivales, fuera el peor preámbulo de la capitulación. Ambos andaban con la pólvora mojada, sin aportar lo que de ellos se espera, pero a la hora de la verdad demostraron su grandeza con los cañonazos frente al rescatista Yunier Cano que equilibraron el pizarrón.

«Estuve ocho innings sufriendo, pero el cariño y el apoyo que siempre me mostró el público me dieron la fuerza para conectar el hit que inició la remontada. Un error lo comete cualquiera, está en el juego. Ahora me tocó la oportunidad de borrarlo, y agradezco mucho a los aficionados que siempre me apoyaron. Eso vale mucho», comentó emocionado Michel al finalizar el choque.

También Tartabull —que no fue titular— tuvo su cuota de gloria, al echar por tierra la maniobra de traerle al zurdo Leorisbel Sánchez para controlarlo. Doblete a la pradera derecha, ventaja de dos y el aterrizaje en el box de Héctor Manuel Mendoza para cerrar el lazo.

Pidió la pelota para hacerlo, pero al voluntarioso muchacho no les fueron suficientes las rectas de humo, y lo demostró el vuelacercas con un hombre a bordo de Yeniet Pérez que silenció la tribuna. Llegados a este punto, no se puede pasar por alto la actuación del antesalista villaclareño, que sumó además dos fildeos que le hubiesen convertido, si el resultado fuera distinto, en el hombre del partido.

Mas la distinción terminó llevándosela Luis Felipe, encargado de confirmar la «inmortalidad» de los Piratas cuando el juego sobrepasa los límites.

Una vez más quedó en entredicho la teoría del zurdo contra zurdo cuando Ariel Díaz permitió el cañonazo de Julio Pablo. Siguiendo un guión previsible, Gálvez se sacrificó y Michel recibió «cuatro malas». Llegó entonces el metrallazo del experimentado inicialista, el embalaje del refuerzo guantanamero y la controversial decisión tras su deslizamiento en home.

Desde la posición de los periodistas era imposible una certeza y al momento de redactar estas líneas solo habíamos visto algunas tomas fotográficas que confirmaban nuestra primera impresión y otras que no. Para suerte de los Piratas, solo soy un simple periodista que no puede más que estar satisfecho porque el resultado de esta final siga en suspenso hasta el regreso a la guarida de los Tigres.

Con el cruce igualado volverán a saltar esta tarde al diamante las dos novenas y cada una tendrá como objetivo hacerse a la mar mañana con el sabor de la ventaja. El alto mando avileño confirmó a Ismel Jiménez como su opción abridora, mientras José Luis Rodríguez Pantoja dejó entrever su preferencia por Javier Vázquez, aunque evitó confirmarlo. Lo único seguro es que sus discípulos, después de esta nueva proeza, no se conforman con poco.

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