Martí, ejemplo insustituible

Guantánamo. – De tamaño más bien bajo y complexión delgada, Martí fue un ejemplo insustituible de hombre, patriota, estratega, revolucionario y pensador. A simple vista podría advertise su sencillez, la que lo caracterizó hasta el momento de su muerte y en los disímiles instantes de su desempeño como ser humano.

Su inteligencia y verbo pródigos lo hicieron trascender en el tiempo, más allá del que le tocó vivir y en compensación, sin él proponérselo, se eterniza como inspirador permanente de la obra de la Revolución Cubana y de muchos otros pueblos de la América, que identificó como nuestra, y del resto del mundo.

Contar con el arsenal de ideas martianas es un privilegio para los cubanos y toda la Humanidad. La fortuna no radica en arcas materiales que envilecen el alma sino en aquellas que enriquecen el espíritu, el pensamiento y la acción revolucionaria a favor del bienestar del hombre.

Pintura de Ernesto García Peña, dedicada a José Martí. Foto: Revista Bohemia.

Artista de la palabra encendida, maestro incansable, padre amoroso y luchador voraz por la libertad de Cuba, la igualdad de los hombres, y contra cualquier manifestación de colonialismo; fue y es, sin temor a equivocarme, el más universal de los cubanos. No por casualidad fue escogido como el Héroe Nacional; referente obligado de riqueza moral y ética.

Desde su época, José Julián Martí y Pérez, no solo supo descifrar que los mecanismos de dominación imperialistas iban más allá de la simple ocupación territorial y militar de las tierras americanas, sino que examinó lo que ello significaría en el orden de la supremacía comercial y económica, en su papel desequilibrador del mundo. Su pensamiento preclaro supo examinar el momento histórico en que vivió y desde temprano denunció los peligros y limitaciones que aquejaban a los pueblos.

Precisamente, el examen riguroso de una realidad presente y futura, convida a volver a él y a sus enseñanzas una y otra vez, cuanto sea necesario. El estudio profundo y consciente de su ideario será la única y mejor manera de rendirle homenaje.

Saberse hijo de Cuba, de antemano, reconoce un legado histórico, el que deberá de apropiarse todo hombre o mujer de justas intenciones, y es en la doctrina martiana de donde han de beber aquellos que se consideren dignos.  Una extraordinaria reserva de conocimientos y aptitudes, todavía por explorar en toda su magnitud, a pesar de los incuestionables esfuerzos de los que se saben martianos, pero sobre todas las cosas, para quienes apenas nos acercamos a la obra magnífica del Apóstol, con la firme convicción de aprehender noblemente de ella.

Cuando este 28 de enero de 2018 se cumpla el aniversario 165 del natalicio de José Martí, y vale la pena no solo estudiar su obra, sino que se precisa ensanchar los corazones con su sabia; se hace obligado hacer un alto en el camino del diarismo y tratar de conquistar, por un segundo perdurable, la libertad que nos enseñó advertir como único camino posible. “Ser cultos es el único modo de ser libres”, sentenció, y la senda virtuosa quedó abierta a las presentes y futuras generaciones.

El ensayo “Nuestra América”, por ejemplo, es una revelación continua del pensamiento orientador del maestro, convirtiéndose en una lección para la nueva región que se levanta; luego de tantos años de subyugamiento. Y así lo hizo en cuanto escribió e hizo. A ciencia cierta, en toda su obra, Martí nos propone el examen riguroso de una realidad contemporánea y expectante, y nos señala el camino a seguir.

Con la fundación del Partido Revolucionario Cubano, el Héroe Nacional Cubano mostró el torrente de la unidad y lograrla formó parte de su incansable lucha; la misma que identifica el batallar del archipiélago en defensa de su proyecto social hasta los días más actuales y compone el arsenal fundamental por las causas más justas que defiende. ¡Ese solo hecho podría servir para venerarle!; pero no se trata de un hosco símbolo, vale la pena conocerlo a fondo y disfrutar a plenitud su sorprendente sencillez y grandeza; consagrado por entero a la Patria que lo vio nacer, a la que dedicó su existencia, y la que le rinde homenaje con motivo de su natalicio, aquel 28 de enero de 1853, en la casita de la calle de Paula, en La Habana.

 

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