Jesús Menéndez Larrondo: en sus ojos, la fuerza de un joven rebelde y el odio hacia la tiranía

Guantánamo.- Su obra trasciende en todas las generaciones de cubanos.  No hubo bala que callara su voz, ni apagara el fuego de su ímpetu como líder sindical.  Su ejemplo se convirtió en bandera para continuar la lucha contra la miseria y el hambre de la Cuba prerevolucionaria.

Era 22 de enero de 1948 y en Manzanillo, un hombre esbelto, negro y temerario no pudo evadir la muerte. Joaquín Casillas Lumpuy, más conocido como “capitán del odio”, le quitaba la vida a Jesús Menéndez Larrondo. Tenía sólo 36 años de edad.

Cuatro disparos y el General de la Cañas caía asesinado. Cuba perdía al defensor de los trabajadores cubanos, especialmente de los cortadores de caña y los asalariados de los ingenios. Cuba perdía a quien transmitía, a través de sus ojos, la fuerza de un joven rebelde y el odio a una tiranía que extendía la miseria sobre el pueblo. 

El luto se apoderó del lugar y se fue extendiendo por todo el país.  Había muerto un genuino representante de los obreros cubanos, que con su verbo encendido y actuar intransigente,  llevó adelante desde la línea sindical luchas importantes para los trabajadores y sus familias.

Jesús había nacido  el 14 de diciembre de 1911 en una pequeña finca cerca de Encrucijada, hoy provincia de Villa Clara. De su familia, heredó la pujanza patriótica- No soportaba la maldad y soñaba con la felicidad para todos los cubanos. Era el indiscutible líder obrero.

Desde pequeño, se ciñó a lo más genuino de nuestros campos; una vida muy cercana de las plantadores de la caña de azúcar  del ingenio, a cuyos obreros defendió con increíble amor. Jamás perdió la sencillez, ni olvidó sus raíces.

No tenía más estudios que  los cuatro primeros grados de una escuelita pública.  Jesús Menéndez ascendió desde el central azucarero hasta el Parlamento burgués y los congresos internacionales y desde allí,  defendió los intereses de su clase y de su pueblo.

Su actividad revolucionaria lo llevó en dos ocasiones a prisión, sin embargo,  ni la cárcel ni las torturas flaquearon. Fue por siempre adversario de las posturas serviles y entreguistas. Con 18 años se incorporó a las luchas sindicales en el antiguo central Constancia, y al primer Partido Comunista de Cuba en 1931.

En 1932 creó el Sindicato Nacional Obrero de la Industria Azucarera, y dos años después,  participó en el IV Congreso de la Confederación Nacional Obrera de Cuba. Después de la huelga de 1935, junto a Lázaro Peña, fundó cuatro años después, la Confederación de la Trabajadores de Cuba en un congreso unitario que marcó la vida del país e impulsó las luchas políticas del momento.

Como líder sindical, Jesús Menéndez alcanzó varias conquistas como la del Diferencial Azucarero, la Cláusula de Garantía, la elevación de los salarios y el nivel de vida de los obreros y campesinos vinculados a la agroindustria azucarera. A ello se suma el descanso retribuido, la creación de la Caja de Retiro y la Asistencia Social para el sector, el pago de horas extras, y la higienización de los bateyes.

Por su prestigio demostrado con su intenso accionar, Menéndez representó a los azucareros en el proceso de redacción de la Constitución del 1940, año en que fue elegido como Representante a la Cámara del Congreso (Parlamento).

Trabajador desde que era un niño en los cortes de caña y en las vegas de tabaco de la zona, Menéndez se distinguió por su filiación comunista y su trabajo entre los obreros. Por  su honestidad a toda prueba,  escaló a la máxima dirigencia del movimiento sindical cubano y su ejemplo mantiene vigencia entre la clase obrera de hoy.

Creyeron que con su muerte erradicarían las ideas que enarboló, pero se equivocaron,  otros tomaron sus banderas. No solo los del frente azucarero, del que fue su más genuino representante, sino otros líderes cubanos como Lázaro Peña, el Capitán de la clase obrera cubana.

El asesinato de Jesús Menéndez Larrondo fue una sensible pérdida para el movimiento obrero cubano. El “General de las Cañas” simboliza a los trabajadores cañeros y vive porque su prestigio y el hecho de ser negro y pobre, le ganaban el desprecio de los gobernantes de turno pero también la admiración de sus seguidores.

 

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