Guantánamo.- La noticia corría a través de todas las ondas y redes de comunicación: falleció Fidel… y la incredulidad se hacía eco: ¿pero cuál Fidel? El único, el nuestro, el insustituible. Y la pena también comenzó a calar hondo en cada corazón que se negaba a aceptar el hecho.
Días de duelo, de homenaje a lo largo y ancho de toda esta isla, de tributo en ciudades y carreteras, las mismas por donde transitó la caravana del victorioso Ejército Rebelde en su paso hacia la capital, esta vez a la inversa, hacia la indómita Santiago de Cuba desde donde salió en 1959.
Lágrimas, vítores, mensajes en carteles y piedras en las lomas, palomas que sobrevolaban el paso del cortejo con la urna de cedro custodiada por la bandera cubana. Intenso sol, lluvia, pero igual; niños, jóvenes, adultos, acianos, discapacitados esperando para decirle no adiós, sino hasta siempre Comandante en Jefe.
El pueblo, su pueblo multiplicado en una sola voz: ¡Yo soy Fidel! ¡Yo soy Fidel! ¡Yo soy Fidel!
Un Santiago heroico como siempre que se volcó a sus calles para recibir al líder invicto, al hombre que sobrevivió a más de 600 intentos de asesinato y que se convirtió, junto con la Revolución cubana, en faro para millones en el mundo.
Revivo cada momento desde aquel 25 de noviembre de 2016, la misma opresión en el pecho, idéntica la sensación de impotencia ante la muerte que arrebata, pero que tampoco cree que se apoderó de él. Y entonces llega el consuelo de saberlo eterno en su cabalgata interminable hacia la inmortalidad acompañado por millones de agradecidos.
El homenaje en canción:
