El día del viraje: la retirada de los racistas sudafricanos de Angola

Guantánamo.- Cuando P.W. Botha subió a la tarima construida para el momento, trató de disimular en su rostro el gusto amargo de la derrota. El ministro de Defensa del gobierno racista sintió que estaba protagonizando un acontecimiento trascendental y a la vez muy grave para el aparheid en Sudáfrica.

La supremacía ejercida durante casi cuatro siglos por el hombre blanco en África estaba por esfumarse y lo simbolizaban las tropas a bordo de los 60 vehículos militares que se acercaban.

Mientras esperó el paso del convoy ante el improvisado tablado, Botha recordó como a mediados de julio del año anterior ellos habían comenzado sus operaciones encubiertas para ayudar a Roberto y a Savimbi en contra del marxista Agostinho Neto y su MPLA.

Él, el primer ministro B.J. Vorster y otros personeros del gobierno, de la Oficina de Seguridad del Estado (BOSS) y de las Fuerzas Armadas habían aprobado intervenir en Angola, la más rica colonia de Portugal, próxima a convertirse en nación independiente.

La implosión del imperio lusitano con la Revolución de los Claveles los había tomado por sorpresa en Pretoria, pero pasados los meses habían decidido aprovechar la oportunidad de poner en Luanda a autoridades subordinadas a sus intereses.

Les preocupó que un régimen comunista u hostil en Angola apoyara la actividad guerrillera en Namibia, la provincia de facto cuyo mandato le había sido otorgado a Sudáfrica por la Sociedad de Naciones y que ahora la ONU decía que la ocupaba ilegalmente.

Botha rememoró la grata sorpresa que fue para su gobierno coincidir en ideas y acciones con la administración del presidente Gerald Ford.

Ensimismado, de pie sobre la tarima, en la frontera cerca de la presa Ruacaná, el ministro de Defensa sudafricano pensó en los momentos en que confiados en el respaldo de Washington, en la coalición anti MPLA no solo entregaron armas, sino que además mandaron tropas.

El 14 de octubre, rememoró, la columna Zulu entró en Angola desde Namibia para ocupar Luanda y entregarla a sus aliados del FNLA y la UNITA.

Y todo pareció ir de boca. Una tras otra cayeron las ciudades del sur angolano y él, como ministro de Defensa, autorizó enviar refuerzos para precipitar el éxito deseado.

Saborearon con particular satisfacción la victoria obtenida sobre fuerzas de las FAPLA asesoradas por militares cubanos, en el pueblo de Catengue, que entre el 2 y el 3 noviembre de 1975 intentaron detener el avance de Zulu.

Entonces P.W. Botha se sacudió. A su mente llegó el nombre de Fidel Castro, al que conocían por ser un enconado adversario de los Estados Unidos y por brindar ayuda de limitado éxito a varios movimientos independentistas en África.

En Pretoria sabían que un grupo de asesores militares cubanos ya ayudaba al MPLA a formar sus fuerzas, pero no los estimaban como una fuerza suficiente para impedirles el triunfo.

La cercana presencia de los 60 vehículos no le impidió reconocer que la decisión de Castro fue una sorpresa total no solo para ellos, sino también para sus aliados en la aventura angolana, los gobiernos norteamericano, francés y británico.

A nadie le pasó por la mente que en la contienda entrara Cuba, un país pequeño y pobre, al otro lado del mundo. Y lo hizo sola, sin consentimiento de los soviéticos.

Y los cubanos, una mezcla inadmisible de negros, mestizos y blancos les arrebataron la victoria en Angola a ellos, los invencibles blancos sudafricanos.

Primero, recapituló Botha, en Quifangondo, el 10 de noviembre de 1975. Un puñado de cubanos llegados a toda prisa en aviones, en una operación que Castro llamó Carlota, destrozaron la ofensiva desde el norte con la que Roberto y su horda del FNLA pretendían tomar a Luanda en vísperas de la independencia.

Ni el general Roos y el grupo de asesores sudafricanos presentes allí pudieron impedir el desastre.

Envueltos en una nube de polvo, los vehículos iniciaron su desfile frente a la tribuna. P.W. Botha comenzó a saludar a sus ocupantes y en su rostro dibujó una sonrisa que parecía más una mueca.

Fue que por su mente pasaron la proclamación de la independencia por Neto y el triunfo del MPLA en Cabinda, con ayuda de los cubanos.

Pasaron otros camiones. Más polvo. Saludó.

Con dolor evocó la derrota sufrida en la batalla de Ebo y la humillación vivida en diciembre, cuando las FAPLA presentaron a la prensa internacional a cuatro prisioneros de guerra sudafricanos, capturados entre Cela y Quibala, dentro del territorio angolano.

Otros camiones. Más polvo. Más saludos.

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