Guantánamo.- Casi todos los cubanos saben qué responder si se le pregunta por José Martí, algunos dirán que fue un héroe, otros que un brillante poeta y periodista, también habrá quien le llame soñador, visionario, o simplemente apóstol, y tendrán todos razón y hasta puede se queden cortos a la hora de describir al Maestro.
Y es que el más universal de los cubanos, inunda cada espacio cartográficamente contemplado de nuestra nación a la que tantas y profundas veces llamó Patria.
Con todos y para el bien de todos, edificó su lucha que en los montes como en las artes fue la misma. Orientado a la gloria traspuso al sol, un camino lleno de luces y sombras y que tan agradecido de su fulgor minimizó a costo personal, cualquier mancha.
Pero el Martí que conocemos también fue hecho de carne y supo, atrapado en un cuerpo, colmar de amor a muchos corazones deslumbrados por el color natural de cada trazo de su pluma, o el albo de una flor sembrada en julio, no sé, tal vez en enero.
Pequeñuelo a galope y frenético a la carga de cuanta fantasía hubiera para inventar, desarrajó las puertas de la literatura infantil, convirtiéndose en ese hombre de la edad de oro: certero a la hora de contar, luminoso a la hora de enseñar.
Faro y noria de libertad, hasta el último de sus latidos. Latinoamericano agradecido que vio como una sola la tierra que conoció sus pasos, estandarte de identidad, unidad y justicia construida por los pobres del orbe.
Es por eso que al preguntar por José Martí casi todos, pueden contestar, y la mayoría peca de omitir algún detalle de su grandeza vista en casi todos los espectros visibles porque el maestro, el apóstol y el héroe, ese que amamos un poco más en cada enero, y la lira de tantos motivos, se reescribe en su descendencia que somos todos los que con orgullo nos llamamos cubanos.