El derecho inalienable de Olga… y los demás

Guantánamo. Un compañero de labores fue jubilado por enfermedad hace algún tiempo, sin embargo su espíritu de trabajo lo lleva a continuar haciendo, a “media máquina”, como él mismo dice, cuando la salud se lo permite.

Ayer me contagió su alegría cuando al regresar de uno de sus periplos por el montañoso municipio guantanamero de Yateras -me cuenta-, conoció  a una anciana a quien un serio problema cardíaco la llevó a ser operada “a corazón abierto”. Ni ella ni su familia tuvieron que amortizar costo económico alguno.

Olga, así se nombra,  le narró sobre su vida apacible tras la intervención quirúrgica,  antes de incorporarse a la Casa de Abuelos de su localidad. Apenas podía andar, pues se agotaba fácilmente, sin embargo su inscripción a una tabla gimnástica, le devolvió parte de su vitalidad.

En Cuba no quedan sitios intrincados donde no haya llegado la salud, la actividad física y la atención diferenciada a los adultos mayores.

Muchos en la senectud disfrutan del derecho de ser respetados, considerados y correspondidos por la sociedad, conocedora de los aportes que cada anciano o anciana tributó laboralmente o a la familia. Los programas en ese sentido invocan al logro de mayor calidad de vida de ese vulnerable sector poblacional.

En Guantánamo los Hogares de Ancianos, Casas y Círculos de Abuelos, Salas de Rehabilitación y otras instalaciones, son puestas a disposición de los de la tercera edad, mientras los de menos posibilidades económicas y sin familia, son atendidos diferenciadamente con subsidios estatales.

A pesar de su enfermedad Olga y los demás pueden, como dice el refrán, “darse con un canto en el pecho”, porque prima la voluntad estatal de que nadie quede desamparado.

Los medios de comunicación difunden realidades muy distintas en otras partes del mundo, cuando en Cuba los derechos humanos son sagrados, no obstante el inhumano bloqueo económico, financiero y comercial impuesto por el gobierno de los Estados Unidos a este pueblo.

Los desagradecidos podrán criticar viendo más manchas en el sol que su luz, pero lo que no podrán negar es la realidad que hoy viven Olga y los demás.

El inalienable derecho humano que los abuelos disfrutan en la mayor de las Antillas, lo agradecen al líder histórico de la Revolución, Fidel Castro Ruz, cuando ya está a las puertas el aniversario 59 de su imperecedera y gigante obra.

 

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