¿Desaparecerá el mulo de la montaña?

Guantánamo.- Quienes de niño, estudiante o en la vida obrera vivieron, como este reportero, la experiencia de estar en estrecha soledad y armonía con la naturaleza, dentro de un cafetal, en alguna región montañosa de la Isla, saben que aquel bendito silencio sólo lo interrumpe el canto de algún pájaro o el inconfundible grito de los arrieros y el sonar de los cencerros de las arrias de mulos, cuando se acercan a acarrear las viandas o el café acopiado en el día.

Pero, ¿qué pasaría si un día el mulo (equus asinus), ese insustituible tractor de las lomas, desapareciera de la geografía serrana de Cuba? La pregunta, aunque para muchos puede parecer irreal y diabólica, se sustenta en el reiterado, y al parecer indetenible, decrecimiento que se sucede de la masa mular. Aún cuando existe un programa para su desarrollo y directivos de la Agricultura sostienen que hay un “parcial crecimiento”.

Datos analizados en el último balance del Plan Turquino en Guantánamo, provincia más oriental y montañosa de Cuba, aseguran que en la actualidad el número de mulos existente es de 4 mil 604, cifra que crece en 100 con relación al año anterior.

El territorio cuenta con 35 patios de reproducción, con 614 yeguas y 43 burros, donde hubo 283 nacimientos, 53 más que en el 2018. Resultados que aunque alentadores, son insuficientes y no arrojan el progresivo decrecimiento que en más de un década existe del milenario mulo, en un territorio como Guantánamo con más del 75.5 por ciento de su territorio compuesto por serranías con zonas de difícil acceso.

Baste revisar informes similares al antes citado, para comprobar que en el año 2009 el número de mulos era de 4 mil 653, cifra que continuó su decrecimiento para cerrar el 2010 con sólo 4 mil 627.

Un primario cálculo puede arrojar que en una década el programa mular es casi inamovible, y el número de animales decrece en 43. Dato que pudiera parecer pequeño, si no tomamos en cuenta lo que demoran en reproducirse estos tan necesarios équidos, resultado del cruce del burro con la yegua.

Aunque en Guantánamo se logra disminuir el número de muertes, continúa la natalidad como un indicador desfavorable. En el 2009 los nacimientos sumaban las 350 cabezas, por lo que en la actualidad se decrece en 67.

Desde hace años el grupo provincial para atender la marcha de este programa en cada municipio trabaja por el desarrollo de los puntos de monta y los patios para la reproducción de la maza mular que se demanda. Pero aún no se alcanzan los resultados esperados ni se da en los territorios la prioridad que este asunto merece.

Como en todo el país persisten también carencias de alambre, puntillas, y grampas para cercar los patios, junto a herraduras, sogas y otros recursos deficitarios, así como otras trabas que aún impiden un despegue del programa mular entre las que persisten demoras burocráticas en la aprobación de créditos para la compra de yeguas y sementales que permitan mayores cruzamientos, porque si no crece el número de reproductoras no crecerá el número de mulos.

Deben fomentarse además mayores áreas de alimentos, incluyendo el maíz, grano básico en la dieta de estos cuadrúpedos. Las empresas de la Agricultura y las diferentes formas de producción cooperativas deben sentir que el desarrollo de este programa es su responsabilidad, si tomamos en cuenta que el 95 por ciento o más del café, el cacao y las viandas de las montañas se acarrean con estos animales.

Se calcula en Guantánamo un déficit de 916 mulos, para lograr una masa de 5 mil 520 ejemplares y cubrir las necesidades en toda la provincia. Los municipios de Manuel Tames, Niceto Pérez y Baracoa, son los únicos que tienen cubierta su demanda, por lo que urge en los otros territorios trabajar en el incremento de las hembras en reproducción, y mejorar los indicadores de natalidad y mortalidad.

Dentro los restos del territorio para el desarrollo sostenible de las montañas y el acopio de los niveles de alimentos que se logran en las mismas, debe tener prioridad el programa mular.

Cuadrúpedo imprescindible para el campesino serrano, quien se resiste a dejar de ver en su lomerío al mulo, un animal, que como versa un viejo proverbio, si no hubiera existido había que inventarlo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *