De arte, de corte y mucho más…

Día del peluquero y el barberoGuantánamo.- El 27 de diciembre de 1947 fue instituido en Cuba como el Día del barbero y el peluquero en conmemoración del natalicio de Juan Evangelista Valdés Veitía, destacado barbero, poeta, periodista y revolucionario nacido en la antigua provincia de Las Villas ese día de 1836. Es una celebración tal vez poco conocida, pero no por ello está exenta del reconocimiento social que merecen esos hombres y mujeres que hacen de su día a día, un arte.

Recuerdo el inicio de mis avatares en ese universo que en no pocas ocasiones requiere hasta de sacrificios, era entonces una adolescente y me entregué, o me entregaron mi mamá y mi tía, en las manos de Enma Luque, una experimentada peluquera particular; entonces no existía este movimiento de cuentapropistas. Luego mi amiga Carolina y yo nos hicimos asiduas a la Primor, la peluquería de la comunidad, toda una institución en esa materia en Guantánamo.

Alicia con sus enormes ojos verdes nos arreglaba de una manera que todas las semanas teníamos que volver y vino el corte de la línea corta, la larga, el desriz en frío, en caliente, el masaje capilar con aceite, los tintes, entonces por capricho, no por necesidad como ahora…todo en un  ambiente acogedor que complementaban Noraida, Virgen, Cachita  y luego la nueva generación con Alexis, Yohannis, Adela y muchas otras entre las que sobresale mi entrañable Chabela, que a lo largo de estos últimos años me ha demostrado que hacer magia en cada jornada, es posible.

Los peluqueros y barberos se convierten también en confidentes, en esos amigos que visitamos cuatro, tres, dos, una vez en el mes, incluso a veces se espacia mucho más. Pero igual nos preguntamos por la familia, el trabajo, los amores, nos aconsejamos y nos damos ánimo mutuamente, porque sin darnos apenas cuenta ya el vínculo está creado.

Y nos pelean porque “qué te hiciste en ese pelo… tienes que darte masajes en esa cabeza… te advertí que el tinte claro no te iba a favorecer…” y sonreímos tímidamente dándoles la razón y entregándonos, una vez más, confiados en que una vez más podrán hacer el prodigioso cambio que buscamos.

Hoy, los tiempos son otros, quedan pocos establecimiento estatales en Cuba dedicados a esa actividad que fue una de las primeras en emigrar hacia otra forma de desempeño, el de los trabajadores por cuenta propia (cuentapropistas) y que mucho aporta a la economía particular y del país.

Han surgido salones grandes, medianos o más pequeños, en ocasiones con carencia de productos debido a lo alto de su costo o a su carencia en las redes de compra, pero igualmente se distinguen de los pocos estatales que aún prevalecen, por sus productos de ensueño y esos precios que ponen a muchos al borde del desmayo…

No obstante se transpira también la calidad en un servicio antiquísimo que en esta isla tuvo sus orígenes en 1552, cuando, según consta en las Actas Capitulares, Juan Gómez, destacado barbero y cirujano español, recibió el 26 de agosto de ese año la licencia para ejercer de manera única su doble oficio en la villa de San Cristóbal de La Habana.

En otro momento me referiré a los barberos que tenían licencia hasta de dentistas hace unos cuantos años, ¡y menos mal! Hoy quiero destacar a una muchachita que con apenas 10 años de edad me pintaba las uñas y me cogía unos rulos tal una especialista, en lo que se convirtió luego de estudiar Servicio de Belleza.

Empezó con la familia, los amigos y vecinos: pelado, lavado, decoloración, cambio de color, laceado…y luego se fue adentrando en otros secretos que, aunque a voces, hay que estar predestinado, como digo yo, para desentrañarlos y propiciar ese increíble ir y venir de hombres y mujeres en busca de ser atendidos.  

En estos momentos, y por esas cosas de la vida, ya no vive en Cuba, pero desde donde está sigue pendiente de nuestros cabellos y se mortifica si en la foto o a través del imo los ve deslucidos, falta de “un toque” y ahí mismo empiezan los consejos. Donde reside ahora, pasó un largo e intenso curso donde renovó conocimientos y aprendió otros; al final Danya sigue haciendo gala de su destreza en un oficio que más allá de haberlo estudiado o haber nacido para ello, necesita de ese otro detalle diferencial para hacerse de respetable entre colegas y clientes.

Y quiero felicitar a esos hombres y mujeres que hilvanan los caminos de la peluquería y la barbería para que cuando su usuario abandone el local, lo haga en mayor conformidad con su imagen y con ganas de volver. De manera particular a los que trabajan en Solvisión, artífices primarios de la imagen de las personas que pasan a diario por nuestra programación. Y una dedicación especial a aquella muchachita que en condiciones tan diferentes, lucha por afianzar el prestigio de un trabajo que al mismo tiempo, es un arte.

 

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