El precio del oro

Amor de oroGuantánamo.- Mis vecinos Zenaida y Floirán cumplieron 50 años de casados. En el mundo se conoce como bodas de oro y mientras para algunos matrimonios en otras latitudes constituye un acontecimiento que demanda de una ostentosa fiesta, ellos lo celebraron en la tranquilidad de sus rutinas, aunque no faltó la música, a un volumen solamente perceptible para los que estábamos allí, junto a sus hijos, nietos y el resto de la familia.

Ella; vivaz, conversadora, bailadora; él con su esbozo de semi sonrisa que lo caracteriza, de andar y hablar pausado que tantas veces ha sido objeto del cuestionamiento de la durabilidad de esta “pareja tan dispareja…” Confieso que no soy la excepción, pero ese propio día obtuve la respuesta de tantos años de complicidad, cariño e incondicionalidad:

“Sí tenemos diferencias. – me cuenta Zenaida, profesora jubilada de Biología. – creo de no ser así no hubiéramos llegado hasta aquí y no te creas, todavía tengo que agitarlo o pelearle…pero en una relación lo importante es saber buscar el punto en común que te permite tratar de cambiar algunas cosas y adaptarte a las otras. Lo que sí tuvimos siempre claro que estábamos juntos por el amor y en su nombre vale la pena luchar por mantener a tu compañero…”

Floirán se negó a que les tomara una foto, él es así… Y me costó “dios y ayuda” arrancarle sus consideraciones. Pero al final, este ingeniero industrial, también jubilado y hasta hace no mucho profesor de nuevas generaciones de azucareros guantanameros, parco como siempre me dijo:

“Yo solo sé que mi vida no hubiera sido lo mismo sin ella…no soy creyente pero ahora mismo siento que tengo que dar decir gracias a dios por haberla puesto en mi camino…”

Y entonces Zena, como cariñosamente le decimos, agregó:

“¡Ah y que conste, aún estamos enamorados y sentimos igualito que los jóvenes!”

La gente aplaudió y más de uno secó las lágrimas que arrancan confesiones como estas de un hombre y una mujer que a pesar de estar rondando los 70 años de vida, se toman de la mano y se miran a los ojos con una ternura genuina, defendiendo además la tesis de que “esto va más allá de la costumbre.”

Y es que el “más universal de los sentimientos” desconoce barreras, creencias, raza, sexo, religión y edades… Los de ese grupo etario también tienen la capacidad de amar y disfrutar el gozo de ser amados.

Regresé a mi casa con la complacencia de ser testigo, ahora consciente, de una linda historia que también me envuelve, porque para los cubanos el vecino es tu familiar más cercano. Una vivencia con altibajos, sinsabores, caras engurruñadas de vez en vez, pero que siempre sus protagonistas hallan la fórmula para solventar esos escollos y seguir hacia adelante, juntos.

De no ser así, hoy Zenaida y Floirán, como María y Juan o Pedro y Ernestina, o tantas otras parejas que abundan por doquier, no pudieran darnos esa lección de gran extensión y variedad de matices que confluyen en un solo camino: el de la felicidad porque la pareja otoñal también vive el amor en toda su plenitud, algo por lo que bien vale la pena luchar.

 

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