La Habana: una ciudad con la impronta de un hombre

Vista de La Habana tras reforzar con nuevas medidas de aislamiento social, por el incremento de casos de la COVID-19. Cuba

La Habana celebra otro onomástico y en otro contexto. Otra vez con noviembre llegaron las celebraciones por la ocasión, aunque en esta oportunidad en medio de una nueva normalidad con otro estilo de vida más sano y seguro a causa del azote de la COVID-19, que ha retado al planeta con su indeseable presencia en este 2020.

Cuba no ha sido la excepción y la incursión acá del nuevo coronavirus se ensañó por todos sus dominios, con énfasis, primero, en su capital, dada la complejidad de su geografía, la cantidad de habitantes y el hecho mismo de ser el centro de importantes actividades del país.


En el territorio citadino se ha podido controlar la pandemia- todavía se lucha con otros rebrotes, por ejemplo, en la occidental Pinar del Rio-; y aunque se halla en la fase III, su reapertura con mínimos riesgos a la vida económica y cotidiana es ya una realidad.


Tras ocho meses de combate frontal contra la voraz epidemia, letal y sin vacuna certificada aun, la capital de todos los cubanos ha comenzado a superar la larga cuarentena y retomado la senda de su reactivación, con todas las precauciones y medidas higiénico-sanitarias conocidas, incluido el ya familiar nasobuco.


Así llega La Habana a sus 501 años de existencia. Nunca ha sido fácil. No lo fue en 2019 y tampoco ahora, cuando el escenario nacional combina el enfrentamientos al SARS-COV-2 (de alto impacto en el Presupuesto), el reforzamiento del bloqueo a límites insostenibles y los esfuerzos por encarrilar la economía nacional.


Transcurrieron 365 días de su medio milenio y nadie era entonces capaz de imaginar lo que nos depararían los 12 meses subsiguientes,
para los que restaron tareas del V Centenario.


También la COVID se presentó sin ser invitada y todavía está entre nosotros, una intensa temporada ciclónica nos tiene aún en jaque (entre huracanes, depresiones y tormentas tropicales); y aunque mencionado al final, no significa en lo absoluto que sea lo menos relevante: los festejos de hoy día son sin la presencia física de Don Eusebio, por eso se le dedican estos 501 años con una campaña denominada en su honor Leales a Leal.


Con tal mensaje se le sigue recordando en su incesante batallar por rescatar a la urbe de sus ruinas y constituye a la vez un comprometimiento con las obras abiertas, en un cronograma previsto hasta el 2030 y chequeado por el prácticamente hasta el mismo final.


El grupo de colaboradores que nucleó a su lado en las tres décadas más recientes saben de su responsabilidad y siguen comprometidos, como
el primer el día, con el eterno Historiador de la Ciudad.


Nuevas obras, otras recuperadas y las que de nuevo abren sus puertas al público en el cierre de este calendario forman parte del sentido homenaje.


Para este 16 de noviembre ya la Villa de San Cristóbal exhibe reabierto su aeropuerto internacional José Martí, con sus cuatro terminales alistadas; así como se prevé el reinicio de la visitas al Capitolio Nacional, la última gran obra en vida que consumió mucho del tiempo de Leal, ya en un estado delicado por lo que su imagen nos alertaba desgraciadamente de lo que sobrevendría. Fue un regalo a su urbe por el aniversario precedente.

En los tiempos que corren se remozaron, completaron y pusieron a punto algunos inmuebles como son los casos de los museos del automóvil- El Garaje, la Casa del Vedado y la del Chocolate.


Más de cinco siglos después de su fundación, ella- la colonial y moderna Hermosa Habana- continúa como inspiración perpetua para artistas de diversas artes- y no solo de los poetas-, que han plasmado de mil formas diferentes sus apreciaciones, ante el encanto de localidad. Son pocos quienes quedan inmunes a su influjo.


Es el pasado y presente con comunión. El bullicio, los colores de la vegetación, lo tórrido del clima, el ritmo y la música que flota por doquier, las muchas columnas, parques y plazas; y sus habitantes, cálidos, jaraneros y casi siempre con la sonrisa a flor de piel; todo eso y más, constituyen atributos ineludibles de la marinera Villa, que este lunes llega a sus 501 años de vida.


Cuánta historia tras aquel 16 de noviembre de 1519, cuando a la sombra de una ceiba, en lo que ahora se conoce como El Templete, fuera fundada la actual capital de todos los cubanos.


Devenida con el paso del tiempo en un enclave privilegiado para las comunicaciones y el comercio; hoy, el centro administrativo, político, económico y científico de la nación, crece a los ojos del mundo, testigo de cómo- a pesar de las restricciones que afronta la Isla- su imagen mejora para bien de sus pobladores y del turismo que otra vez la recorrerá, en la época pos-COVID-19, aunque muchos resulten los temas pendientes.


No en balde, este territorio se incluyó entre las 25 localidades más fotografiadas del planeta. Concretamente, la capital cubano ocupo el puesto número 21 del ranking hecho público por Shigstmap. También se coló por derecho propio, junto a otras 13 urbes, en la fase final del concurso Ciudades Maravillas del Mundo, siendo ella una de las siete ganadoras.


Estos dominios -a sus 501 años- siguen siendo místicos, con valores asentados por los siglos y cimentados por la sustancia de cada una de sus piedras, adoquines y el aporte de sus propios moradores, quienes los hacen indiscutiblemente auténticos y vivos. La Habana es cada vez más vital y menos vieja.


Esta vez quizás no nos acompañen la lluvia ni los fuegos artificiales ni la masividad de los concurrentes a su Centro Histórico como en el 2019.


Tampoco estará el artífice principal; pero esta Ciudad tiene, indiscutiblemente, la impronta de un hombre: Eusebio Leal Spengler, a quien se dedicaran este y los restantes onomásticos de San Cristóbal porque su obra no tendrá nunca final. Los naturales o no que habitamos La Habana somos herederos de mantener sus ideas y proyectar sus empeños por siempre.

Tomado de la ACN

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