Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque. Foto Archivo ACN

Dones de un soldado artista

Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque. Foto Archivo ACN

Guantánamo.- Fue la sensibilidad artística del Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosques, su manera de expresar vivencias y ese compromiso eterno con la tierra donde nació.

Su legado va más allá de la lucha revolucionaria pues además de ser asaltante del Moncada, expedicionario del Granma y guerrillero de la Sierra, incursionó como escritor y compositor musical.

La obra autoral de Almeida destaca con impronta permanente en el panorama sonoro del país. Más de trescientas canciones recogidas en varias producciones discográficas, entre las que también llaman la atención partituras instrumentales, así lo demuestran.

Obras que encienden el valor en el pecho, evocan la historia, invitan al disfrute o avivan la pasión, nos acercan a este hombre de armas tomar que sabe como nadie el valor de la paz.

Durante sus 82 años de vida, el poeta, antes y después de las batallas, sale una y otra vez. El joven que en los días de convivencia familiar en la humilde casa habanera copiaba en una libreta versos de amor hasta que escribió los suyos; y aprendió boleros y canciones hasta concebir sus propias composiciones.

Así nacieron melodías que demuestran su voluntad para siempre hallar espacio para entregar arte y memoria a los demás. La lista inicia con la Lupe, un suspiro de puro cariño, agradecimiento y admiración que se convirtió en un clásico.

En la música popular bailable su huella es imborrable. De su perfecta alquimia sonora nacen temas como Dame un traguito, Déjala que baile sola, Si tú eres y Qué le pasa a esa mujer.

A través del pentagrama desafía las distancias y fronteras cuando compone Leningrado, en la década del 70, y años más tarde Libertad para Mandela y Cualquier lugar es mi tierra.

La tierra del Guaso también motivo la creación en el comandante músico quien por medio de sus dotes de cronista musical detalla en “Yo soy el balsero del Toa”, los misterios que unen al río más caudaloso de Cuba con quienes habitan su rivera. 

Asimismo, Almeida legó a la literatura cubana títulos imprescindibles, como la trilogía Presidio, Exilio y Desembarco, que prolongó luego con los volúmenes La Sierra Maestra y más allá, Por las faldas del Turquino y La única ciudadana. Sus inquietudes literarias lo llevaron, además, a reflejar la lucha del pueblo saharaui en Algo nuevo en el desierto y valorar la impronta del líder del Ejército Libertador en El General en Jefe Máximo Gómez.

En 1985 obtiene el Premio Casa de las Américas en la categoría de Testimonio, con la obra Contra el agua y el viento, título que evoca el heroísmo, la comunión solidaria que se manifestaron en el pueblo cubano y sus dirigentes revolucionarios al enfrentar la agresión ecológica representada por el huracán Flora en 1963.

Al prologar la edición de aquel testimonio, el poeta Roberto Fernández Retamar formuló un juicio que resume, con vigencia sempiterna, la articulación entre la vida y la obra de Almeida:

«Feliz Revolución la que tiene héroes con música en el alma y palabras para conservar y transmitir los combates, los esfuerzos y los sueños».

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