Guantánamo.- Cuentan que un día los vicios y las virtudes –que por aquel entonces vivían solos en este mundo- a la Locura se le ocurrió un juego para paliar el ocio: el de las escondidas. Todos buscaron los rincones que les parecieron más propicios y el Amor –¡ay, el amor…! – eligió un rosal…
Y allí quedó atrapado. Los demás fueron encontrados de un modo u otro, menos él…y la Locura salió en su búsqueda, hasta que lo halló…ciego por las espinas, e igual se las ingenió para sacarlo, pero, sobre todo, para jamás abandonarlo.
Desde entonces, ambos van siempre de la mano.
Pero no se puede hablar del Amor sin mencionar a San Valentín, aquel obispo sobre el que se han tejido tantísimas leyendas, pero en las que sobresale su fe ciega en él que lo llevó a apadrinar lazos matrimoniales –aún prohibidos por decreto imperial- y a costa de su propia vida.
Lo cierto es que a lo largo de la historia de la humanidad, mitos y leyendas se mueven alrededor de un sentimiento que ha traspasado el vínculo de las parejas para abarcar otras tantas aristas del sentir de la humanidad.
Es, por derecho propio, universal, no tiene barreras entre sexos, razas, religiones, edades…Es fuerza capaz de mover hasta las entrañas de nuestro ser y hasta de la mismísima Tierra…Nos hace mejores -o peores- en dependencia del vicio o la virtud que en ese momento se apeguen a la Locura…. Él es ciego, sí, y necesita de otros soportes para purificarse y completarse.
Cada 14 de febrero se celebra el Día del Amor y la Amistad –caramba ¿y la Locura?- Tal vez por eso sea controvertido, analizado y lleno de fórmulas que al final se adecuan, o no, en dependencia de cada uno de nosotros. Lo mismo anida en el amigo, el compañero de trabajo, o se torne platónico, romántico, apasionado, violento o calmado, fatuo… Son decenas de espacios que van y vienen, pero que al final aterrizan en un voraz, pero al mismo tiempo hermoso, tierno e incondicional sentir que se impone y multiplica en cada día, lo deseemos o no, de nuestras vidas.
