Autor: Sandra Daliana Bory Castellanos

Genara y Antonio son fieles ejemplos de cómo el amor, cuando es auténtico y se comparte con la persona correcta, edifica la vida.
Hablan. Se miran. Uno completa las frases del otro, como sin darse cuenta. Ella es conversadora, expresiva, sociable; él, reservado a la hora de hablar de sí mismo. Se unen, encajan. Se complementan.
Juntos, han construido -a lo largo de 29 años- un hogar que trasciende las paredes su casa. Han convertido a CMKS, la emisora provincial, en museo de sus mejores momentos como pareja, y a los radialistas que en ella trabajan, en los miembros más consagrados de su familia.
Primeras señales
Genara Barcelay Sayú llegó a la radio como por obra del destino. «Me gradué del preuniversitario en 1984 y me llegó Veterinaria, pero lo veía como algo imposible para mí. Siempre me gustó escribir, escuchar la radio, el cine, la televisión. El arte en general”.
En 1985 llega a CMKS, persiguiendo una convocatoria destinada a los jóvenes, a incursionar en todas las especialidades radiales. «Estaba rodeada de personas con mucha experiencia y a veces me preguntaba dónde me había metido, pero seguí hasta el final. De todos los que empezamos, terminamos cuatro. Luego, me contrataron como directora de programas», evoca.
No sabía por aquel entonces que hallaría en Antonio Luis Caballero Simonó -operador de radio que desde muy niño dedicaba su empeño a volverse diestro en cuanto fuera necesario dentro de la emisora- más que un compañero de trabajo o amigo. Encontraría en él, el copiloto ideal para sobrevolar la vida.
Cuenta Genara que ya se conocían del preuniversitario. Luego, «empezamos a trabajar juntos. Yo, como directora de programas y él como musicalizador, responsabilidad que tenía en ese momento. Durante 14 años intercambiamos, sin empezar la relación que tenemos hoy», rememora.
«Por aquella época, en 1993, surgen las cruzadas radiales” -continúa. “Era el periodo especial, y el director de entonces nos decía que, para poder llegar a los sentimientos de la gente, había que estar con ellos; visitarlos en sus casas, humanizar el trabajo de la radio».
En una de esas cruzadas, el 12 de febrero de 1995, en Baracoa, redefinieron sus sentimientos y empezaron la relación. «Fuimos novios por dos años y en el 97 nos casamos. Como fruto, tenemos un hijo de 25 años, y continuamos juntos, hasta el sol de hoy».
Muy cerca de Genara está Antonio, su esposo. Hay algo en su forma de mirarla que te dice que la verdadera complicidad se forja a diario, por miradas como esa. Él, comenta que «no fue difícil trabajar juntos al principio, porque ya nos conocíamos y teníamos relaciones de trabajo. A veces discutíamos, todavía lo hacemos, pero siempre en función de tener resultados en la calidad de los programas.
«Mucha gente se imagina que como somos pareja no va a haber mucha exigencia, pero no con el caso. Las mayores controversias en el trabajo han sido siempre entre nosotros», pero lo esencial, según Genara, es «lograr que esos conflictos no trasciendan la puerta de la emisora.
«En ocasiones esos problemas se quedan en el subconsciente e interfieren en las relaciones matrimoniales. Se debe evitar, porque el trabajo es trabajo y la vida de pareja es aparte. Esa vía nos ha funcionado, fíjese sí es verdad que todavía nos ‘aguantamos’-“, bromea.
«Si la radio transmite las 24 horas, nosotros como pareja también” -comparte Antonio, de forma jocosa. “Eso ha sido lo más difícil, la convivencia. Estar juntos el día completo. Nos vemos en la casa, en el trabajo, en las reuniones sindicales. Nos vemos siempre”, dice.
«A mí me gusta ser independiente” -continúa su esposa-. “Soy muy conversadora, pero él no tanto. Somos diferentes. Por eso, a veces la gente nos pregunta ‘¿por qué no se sientan juntos?’ y siempre pienso ‘¿Dios mío, hasta cuándo?’, pero es muy bonito. Él entiende mi trabajo y yo el suyo. Nos tenemos mucha confianza a raíz de eso.
«No sé si es que ambos tenemos vocación artística para crear o que, como convivimos hace tanto, nuestros ‘bichitos interiores’ se alimentan el uno del otro, pero nos nutrimos, nos complementamos, nos motivamos. Somos un equipo en dos cuerpos», y ambos concuerdan en ello.
La radio es amor
«El amor a la radio es lo más grande que tenemos. A pesar de desavenencias y contradicciones, ese mismo amor por lo que hacemos nos ha salvado el matrimonio en muchas ocasiones», afirma Genara, quien manifiesta que no todos los momentos han sido de gloria.
La también escritora de programas revela que esa vocación infinita es lo primero. «La radio no es un medio atractivo, económicamente hablando. Las personas llegan aquí, y si no se enamoran de ella con todo su ser, se van, porque requiere mucha entrega y esfuerzo.
Sin embargo, «la mayor remuneración es la atención de la audiencia, que te quiera, que te admire, que te respete, que te siga. Es el mayor premio, pero es también el mayor reto».
De la disciplina, el compromiso y la responsabilidad habla Antonio. «Lo primero es amor, pero un amor consciente. Los programas comienzan a una hora, pero la radio trabaja 24 horas y a nosotros nos toca adaptarnos a eso, y no viceversa.
«El programa La Alborada, por ejemplo, es muy temprano en la mañana. Por eso, hace más de 25 años nos levantamos a las 4:00 am. ¿Por qué? Porque es una cuestión de dedicación, de llegar una hora o una hora y media antes, para prepararnos, para hacerlo lo mejor posible», refiere.
Durante estos años de incansable labor han atravesado juntos las diferentes etapas por las cuales ha transitado CMKS. Forman parte de su historia, sean conscientes de esto o no. «La digitalización fue un gran reto. Veníamos de un sistema totalmente analógico, y esa transformación nos restó horas al matrimonio, dedicadas al aprendizaje y dominio de las nuevas herramientas».
De ese sacrificio de las familias también habla Antonio: «Me despertaba muy temprano, pero mi madre siempre despertaba conmigo, y no es el único caso».
Su esposa comparte el mismo criterio. «Comencé en la emisora a los 19 años, y por aquel entonces vivía en la Ciudad Deportiva. Llegaba temprano, de madrugada, gracias al esfuerzo de mi abuelo, de mis padres, de mi familia. Así sucede con todos nosotros», atestigua.
La constante superación también es una necesidad. En palabras de Toni -como lo llama cariñosamente su compañera de vida-, «no hay dos programas iguales, lo que hace que la exigencia sea mayor. Eso, ligado a los nuevos procesos de mediatización incrementa el trabajo y pone a prueba el verdadero amor por lo que se hace.
«Queda el reto de seguir haciendo radio, y de enseñar a los más jóvenes, para que continúen con nuestra impronta cuando ya no estemos. La radio es conocimiento, estudio, es saber el porqué de las cosas que haces. Es cultivar buenas ideas, es trabajo duro. Es magia.
«Aún queda mucho por recorrer. Hay que diversificar los temas, desprejuiciarnos un poco. Hablar de lo que no se habla. Combatir la colonización cultural, defender nuestra identidad y valores como cubanos. Todo eso es parte de nuestra labor, y a ella nos debemos».
A 87 años de fundada, CMKS sigue siendo uno de los cimientos de su relación. «En la radio encontramos la mejor familia. Nuestros mejores amigos todavía están aquí. Antes vivíamos al doblar de la emisora, y nuestra casa era la casa de reunión. A veces había hasta más de 10 personas y nunca nos molestó. Al contrario, la radio es amor, y eso lo tenemos de sobra», concluyen.