La alimentación de la humanidad a nivel mundial enfrenta en la actualidad diversas amenazas vinculadas a la existencia de una población que sobrepasa los 7 mil millones de personas con una tasa de crecimiento superior a los 70 millones cada año, los impactos del cambio climático en el sector agropecuario, el alarmante avance de la desertificación, la carencia de agua potable y la disminución de los habitantes en las zonas rurales productoras de alimentos.
A partir de la década del 70 del pasado siglo, los países desarrollados aplicaron una política de subvención de la producción agrícola y de proteccionismo a sus productos, al mismo tiempo que hicieron una inversión millonaria para introducir los avances científicos técnicos en esa esfera.
Lo anterior trajo consigo que tiempo después la balanza agraria (productos agropecuarios exportados/productos agropecuarios importados), se invirtiera, es decir la producción agrícola que significaba ganancias en el comercio de los países en desarrollo devino en una carga económica, de ahí que comenzaran a importar más alimentos de los que exportaban.
Esta situación se refleja en que hoy el planeta tiene más de 800 millones de personas desnutridas, de ellas más de 140 millones son niños menores de 5 años, los que ya nunca alcanzarán un desarrollo físico, ni intelectual adecuado.
Cuba también enfrenta no pocos desafíos en materia agroalimentaria, que se complejizan en gran medida por el férreo bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por el Gobierno de los Estados Unidos.
Hoy el país importa anualmente más de 1 800 millones de dólares en alimentos, dentro de los cuales el maíz, la soya y el arroz, representan más del 30 % de la partida presupuestada. Ello pone de manifiesto la necesidad de trabajar con celeridad por incrementar la producción nacional de tan vitales renglones, mediante la introducción de la ciencia, la tecnología y la innovación, a fin de avanzar hacia la sostenibilidad e independencia alimentaria.
Sobre el tema Granma intercambió con el Doctor en Ciencias Mario Pablo Estrada García, director de Investigaciones Agropecuarias del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), perteneciente al Grupo Empresarial BioCubaFarma.
«Desde los primeros tiempos de la Revolución y guiados por la idea de Fidel, de que teníamos que ser un país de hombres de ciencia, comenzaron a crearse centros de investigación y carreras universitarias para impulsar el desarrollo agropecuario y elevar la producción de alimentos, empeño que recibió un significativo impulso con el surgimiento de la biotecnología cubana en la segunda mitad de los años 80 de la anterior centuria».
El maíz, destacó el doctor Mario Pablo, es un grano estratégico, porque su valor energético es de gran importancia en las dietas. Para garantizar la proteína animal requerida en la producción de aves, cerdos y peces, fundamentalmente, nuestro país demanda más de 800 000 toneladas de maíz seco (13 % de humedad), y debido a la actual pandemia el precio de la tonelada ya supera los 300 dólares en el mercado internacional, acotó el científico.
«En Cuba, los rendimientos productivos del maíz en los últimos años han sido de alrededor de una tonelada por hectárea. Las causas de tan baja productividad obedecen a varios factores, desde la dificultad para adquirir en tiempo los insumos del paquete tecnológico, que lleva su cultivo, hasta los problemas asociados al procesamiento industrial».
Con el propósito de revertir esa tendencia fueron adoptadas un grupo de medidas para estimular la producción y hacerla atractiva a los trabajadores vinculados a dicha faena, unido a la ejecución de inversiones que mejoran la maquinaria agrícola y el procesamiento industrial del grano, indicó el doctor Mario Pablo Estrada.
«A esos cambios se suma la introducción de la ciencia y la innovación. Así el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, en colaboración con varias instituciones científicas del Ministerio de la Agricultura, empresas productivas y el sector cooperativo agropecuario, desarrolló en los últimos diez años una tecnología para la obtención de semillas hibridas de maíz, a partir de la hibridación de dos líneas puras de semillas cubanas.
«Una de ellas modificada genéticamente es capaz de mejorar dos aspectos principales que limitan la productividad del maíz: la resistencia a la palomilla del maíz (principal plaga que afecta a este cultivo en nuestro país), y la resistencia a un herbicida muy utilizado internacionalmente para mejorar el control de la maleza», precisó.
Según explicó el doctor Pablo Estrada, durante el 2018 y el 2019, se realizaron producciones de semillas para demostrar el potencial hibrido en la productividad del maíz en nuestros campos, obteniéndose, en diferentes zonas y formas productivas, producciones entre 4 y 9 toneladas por hectáreas de maíz seco.
«En la primavera del presente año pudieron sembrarse más de 500 hectáreas de maíz híbrido cubano en las provincias de Ciego de Ávila, Sancti Spiritus, Villa Clara y Matanzas. Como muestran los resultados preliminares de la cosecha, el rendimiento medio sobrepasa las 4,5 toneladas por hectárea», afirmó.
Agregó que en el transcurso del actual mes de septiembre comenzará la siembra para la generación de semillas hibridas cubanas destinadas a la campaña de primavera del 2021, en 11 empresas del Ministerio de Agricultura, el Grupo Empresrial Azcuba y la Unión Agraria Militar.
«De mantenerse los rendimientos alcanzados podremos lograr más de 40 000 toneladas de maíz seco, cantidad equivalente a más del 50 % del total producido durante el 2019 en más de 100 000 hectáreas en el país, con el consiguiente ahorro de combustible, agua, recursos, mano de obra, suelo, entre otros».
«Hay mucho camino por andar, y existen brechas que superar, pero sin dudas esta experiencia positiva, la voluntad y empeño de nuestros productores, científicos y autoridades nacionales y locales, permiten pensar que estamos en el camino correcto para la disminución de las importaciones y crear una estructura sólida empresarial que sostenga este loable empeño”.
A diferencia de lo que sucede en otras naciones, la tecnología y la producción son nuestras, por eso producir el maíz bajo este escenario de integración y cooperación, es pensar y actuar como país, puntualizó el doctor Mario Pablo Estrada.
(Tomado de Granma)
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