Guantánamo.- El cinismo, la demagogia y la arrogancia de la política adoptada por el unpresidented de los Estados Unidos hacia Cuba está más al desnudo en estos momentos en que el pueblo de la nación caribeña y su Gobierno revolucionario están enfrascados en resarcir los daños hechos por el devastador paso de Irma.
Durante unas 72 horas el huracán más poderoso registrado en la cuenca atlántica se ensañó con la zona centro-norte del archipiélago y causó enormes destrozos en viviendas, instituciones estatales, la agricultura y el colapso del sistema eléctrico nacional. También provocó la muerte de 10 personas por actos de imprudencia.
El Estado desde los primeros momentos asumió con plena determinación las labores de restablecimiento y varias naciones hicieron llegar su ayuda solidaria. Por petición de muchos amigos de Cuba, el Gobierno publicó un número de cuenta en el Banco Financiero Internacional para enviar donaciones humanitarias.
Pero los norteamericanos que deseen hacer alguna deben pensarlo no dos, sino tres veces. Si hicieran alguna transferencia bancaria a esa cuenta, como haría comúnmente el resto del mundo, podrán ser multados por la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés), la perra de presa de la Secretaría norteamericana del Tesoro.
El entramado de leyes que conforma ahora al criminal bloqueo económico, financiero y comercial en contra de la nación caribeña está dirigido a impedir que cualquier contribución de dinero llegue directamente al Gobierno de la Isla.
Además, siguiendo el deseo revanchista de politiqueros de origen cubano, como Marco Rubio y Mario Díaz-Balart, el unpresidented Donald Trump regresó en cuanto a Cuba a la retórica de la Guerra Fría el 16 de junio pasado.
En medio de un show en el que estuvo rodeado de lo que más “vale y brilla” de la gusanera profundamente pro-yanqui y anticubana radicada en Miami, firmó una orden ejecutiva que da un paso atrás en lo avanzado por Washington con Obama en la normalización de sus relaciones con La Habana.
Ojo con esta observación. Le toca al gobierno de allá regularizar sus nexos con el de acá porque Cuba no rompió las relaciones diplomáticas, ni organizó planes para matar a nadie, ni creó operaciones encubiertas para invadir con mercenarios o sus fuerzas armadas a aquel país, ni estableció un férreo y criminal asedio en aras de rendir a una nación.
El negociante que ocupa ahora la Casa Blanca, muy conocido por comunicar en Twitter sus ideas y sus faltas ortográficas (unpresidented por unprecedented en un tweet de diciembre de 2016), argumentó que las medidas aprobadas por su antecesor no favorecían al pueblo cubano, “sino que enriquecen al régimen”.
Según Trump, su “nueva” política sigue procurando la “apertura” hacia los ciudadanos cubanos, pero bajo una estrategia de restringir los negocios con el gobierno. Y agregó el bla,bla, de liberación de “presos políticos”, legalizar partidos políticos y celebración de elecciones supervisadas (lo dijo él, con su sal y su pimienta) y libres.
“Lograremos una Cuba libre” dijo en Miami y ratificó el método en su reciente y bravucón discurso ante la ONU: reforzar el bloqueo. En otras palabras, va a seguir la receta de abril de 1960 dada por Lester D. Mallory, subsecretario adjunto de Estado para los Asuntos Interamericanos, causar penuria, hambre y desesperación para someter a los cubanos.
Ahí resalta el cinismo, la demagogia y la arrogancia del unpresidented. Dice estar “preocupado” por el pueblo, pero omite el hecho innegable de que el bloqueo es la principal causa de las carencias materiales que afrontan la gente de acá, al menos la inmensa mayoría, con mucha dignidad.
Siguiendo esa lógica, cualquier donación humanitaria procedente de los Estados Unidos para restañar heridas del huracán Irma a una institución que la OFAC considere del Estado cubano es una violación del bloqueo, así sea el envío de fondos o artículos para hospitales, círculos infantiles, hogares de ancianos o escuelas.
Cierto que hay medios legales para que los estadounidenses que quieran mandar ayuda a Cuba puedan hacerlo. Son las remesas a familiares y amigos o regalos a personas u organizaciones religiosas, de caridad u otras, sin relación con el gobierno, es la exigencia de Washington.
Nuestro país está de acuerdo en aceptar tales donaciones para dar oportunidad a los ciudadanos norteamericanos que de forma humanitaria y sincera deseen contribuir a que Cuba se restablezca lo más pronto posible.
Pero estoy seguro de que sería cuestionado e incluso penalizado por la OFAC cualquier ciudadano de ese país que intente canalizar su ayuda a la Isla mediante alguna de las más de 2 mil asociaciones y organizaciones no gubernamentales registradas oficialmente en la Isla que Washington tilde de oficialista.
Creo también que hay que estar alertas frente a cualquier provocación. No vaya el unpresidented, alentado por sus “asesores” Rubio y Díaz-Balart, de tratar montar un show a costa de los cubanos que sufrieron daños por Irma, encauzando un “donación humanitaria” mediante alguno de los grupúsculos mercenarios de aquí al servicio del imperio.
Sería el colmo del cinismo y la hipocresía, pero está más que demostrado que los amos y sus lacayos tienen muy poco o ningún escrúpulo.
No me sorprendería que las Brujas de Blanco o el Coco Fariñas, “luchadores por la libertad” Made in USA y declarados partidarios de la “nueva” política de Trump hacia Cuba, de más bloqueo, imposiciones y bravuconería, se aparezcan como dulces ángeles de la guarda a repartir limosnas en nombre de la mafia gusano-yanqui de Miami y más allá.
En ese asunto hay algo irrefutable en más de 50 años de Revolución, en situaciones de desastre, como la actual: que el Gobierno revolucionario y el pueblo cubano son los protagonistas de la recuperación, ninguna persona quedará desamparada y que Cuba está dispuesta a ayudar a sus vecinos del Caribe “dentro de nuestras modestas posibilidades”, como acaba de ratificar el canciller Bruno Rodríguez el viernes pasado en la ONU.
Y eso a pesar de que el bloqueo se empeñe en obstaculizar el restablecimiento.