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Faltan apenas cuatro días para que el velocista Raciel González (T47) comience la participación cubana en el paratletismo de los Juegos Paralímpicos que acogerá esta ciudad.
Con tan escaso margen solo le restan algunos retoques antes de salir a correr los 100 metros en el Estadio de Francia.
En un costado de la pista del Ile-des-Vannes Sports Complex, Miriam Ferrer le corrige la postura luego de la arrancada tan explosiva que deja el bloque fuera de su posición.
«No te apures para subir el tronco, quieres tomar muy rápido la postura erguida y eso te demanda más esfuerzo», le dice en voz alta, casi en el mismo tono que se regaña a un niño revoltoso, luego se vira y guiña un ojo a quienes observan, «él es muy fuerte, pero así se desgasta más», explica.
Luego “azuza” para que compita con Yamel Luis Vives (T44), quien también estará en el hectómetro en esta paralimpiada.
Vives reta la fuerza del Potro de Ciego de Ávila, que a pesar de su parálisis en el brazo izquierdo dice que juega al beisbol como su hermano Raúl –infielder de los equipos Cuba–; y la conoce también Jorge Núñez, el fisioterapeuta que sostiene el bloque de arrancada para que no la desprenda con su potente zancada del corcho rojo que cubre el óvalo.

A su derecha se levanta la multicampeona de la velocidad Omara Durand (T12) y anda unos pasos. No se emplea a fondo, apenas ensaya y se deja llevar ligera, avanza unos metros, se desliza y regresa caminando apacible al sitio en el que comenzó.
Contrasta el carácter de ambos muy notablemente. Raciel se apura y le guía en el regreso, ella acepta y le ofrece su mano, Yamel observa y aprende, sonríe el benjamín y disfruta cada segundo al lado de los experimentados.
Detrás no es posible ignorar la camiseta amarilla del saltador de longitud Robiel Yankiel Sol (T47), atrae las miradas de todos por su carisma, contagia el sitio con sus bailes… “calienta” pasando sobre las vallas y se devuelve con una coreografía espectacular, uno casi adivina el ritmo que emana de sus enormes auriculares.
Va junto a la también saltadora Felipa Hechavarría (T47), los mira Luis Bueno, su entrenador. Y una vez que están listos van al cajón y comienzan a saltar hacia la arena blanca.
Bueno mide los saltos con una enorme cinta, canta a viva voz la marca y deja ver un rictus de conformidad que concuerda con sus escasas pero contundentes palabras: «todo marcha bien, tal como lo planeamos».

En el centro de la pista estremecen los bombazos de Noraivis de las Heras (F64), que deja caer su bala tan lejos como puede, acompaña el vuelo con un grito de liberación, cumple su rutina sin distracción y luego se marcha.
«Estoy listo para romper el hielo el día 30», afirma nuevamente Raciel en voz alta en y dirigido al sitio desde el que lo espera la prensa cubana, imposibilitada de filmar entrevistas por normas de los Juegos, pero testigo de que a la nave del paratletismo de la Mayor de las Antillas le sopla el viento, y marcha a toda vela.