
(Copyright Periódico Granma)
No le viene reinventarse al Festival Internacional de Cine de Gibara. Su esencia y postulados llamaron en su arrancada, y llaman hoy, a realizadores, productores y artistas cinematográficos a retar todo tipo de condicionamiento, sobre todo los financieros, para ofrecer obras dignas, que no renuncian a difundir cultura, y son capaces de expresar lo que las malas intenciones y la manipulación mediática callan.
Mantiene el místico dinamismo que le imprimió Humberto Solás desde la primera cita. Es tan real, que la que está en marcha –la número 18– rebasa en número de participantes y obras concursantes a las anteriores.
Figuras notorias con participación en certámenes creativos del Séptimo Arte, realizados en otros sitios del mundo, siguen afirmando que ninguno de aquellos ofrece un programa tan variado, en el que la población interactúa con los participantes y adquiere categoría de jurado.
A esas mismas personas asombra que el evento transcurra en medio de la adversa situación económica por la que transita Cuba, pero su posición cambia al conocer que, además de la razonable cifra de dinero asignada por las instituciones centrales, está la contribución monetaria y material del Gobierno municipal, lo cual expresa la voluntad de las autoridades de fortalecer la cultura, y aprovecharla como motor impulsor del desarrollo local.
El Festival sigue su derrotero de triunfos por muchas razones. Una es el continuo reconocimiento a los cineastas cubanos con el premio Lucía de Honor, puesto en la presente edición en manos de Manuel Herrera; otra, sostener Cine en Construcción, un espacio competitivo internacional, que da financiamiento en servicio de posproducción a proyectos premiados. Asimismo, aparece la convocatoria de la Factoría del Cine, creada, también, como soporte económico para realizadores nacionales de las regiones de Oriente y de Camagüey.
