Los peloteros no nos dejan dormir

Hubiera querido que Gracial diera una de las soberanas líneas que salen de su bate, porque de que está fuera de control y de seguridad en la caja de bateo, de eso no hay dudas, pero de que al matancero le sobra vergüenza también es una verdad tan grande como su majestuosidad beisbolera. Lo vi apenado, incluso con la bombeada conexión al central, lo justo para que decidiera un partido clave, de vida o muerte, pero que no debió, por lo mostrado por el rival, ser tan estresante.

Sin embargo, fue la de este jueves otro inicio de madrugada en la que tuvimos que sufrir, aunque esta vez la victoria nos abriera su puerta. Australia no nos ha vencido como Canadá, pero desde 2004 viene apretando a nuestras selecciones. Aquel año, en la final olímpica de Atenas, la astucia de Carlos Tabares, y la falta de repetición de las jugadas en televisión, nos salvaron de una frustración. En el segundo Clásico Mundial, en 2009, fue Yosvani Peraza, en el octavo capítulo, con un jonrón con uno abordo, quien borró el marcador de 4-3 para vencer, otra vez con lo justo: 5-4. Y en el mismo evento, pero de 2017, Alfredo Despaigne, con las bases llenas, la mandó a volar por encima de las cercas del Tokio Dome, para vencer, también con un apretado marcador de 4-3.

¿Pero cuál es la diferencia con este Premier 12 de la reiterada pizarra apremiada, y en extrainning, y nuevamente por la mínima, 3-2, ante los de la isla continente? Pues que este equipo australiano no se parece en nada a aquellos, este no exige como los anteriores, porque carece de profundidad en el picheo y porque la calidad de los bateadores, algunos los mismos de entonces, ya ha mermado con el tiempo. Pero hay otra, el equipo cubano está aquejado de un mal para el que sigue sin cura, al menos hasta hoy: sus bateadores no encuentran la manera de poner la bola en juego, no digo dar jonrones como Omar Linares, Orestes Kindelán o Antonio Muñoz, es chocar con la pelota.

La prueba fue este partido crucial en el que se alcanzó el triunfo. Yoshua Guyer es un lanzador discreto, actúa en la liga de su país, y no lo hace allí como abridor, sino como relevista, pero le tiró a la ofensiva cubana cuatro capítulos completos sin que nadie le llegara a circulación, es decir, hasta ese momento estaba con faena perfecta, sustentándose en cinco ponches y en el nulo trabajo de sus adversarios para identificar sus cómodos envíos. Como no es un abridor, entró en su zona límite y en el quinto le marcaron dos y tuvo que abandonar el choque. Algo similar ocurrió con los otros cuatro que le siguieron en la lomita, quienes alcanzaron llevar el partido más allá de los nueve episodios haciendo fallar a los hombres clave de Cuba en los momentos decisivos, lo que tensó exageradamente el encuentro.

Si la Mayor de las Antillas sigue con aspiraciones de pasar a la segunda etapa del Premier 12 es porque su pitcheo es la mejor cara de esta selección. A pesar de lo desacertado, creo que más en el orden sicológico que en el de sus cualidades técnicas o tácticas, del abridor Bladimir Baños, el cuerpo de lanzadores volvió a sostener a todo el país. Lázaro Blanco estuvo inmenso en cinco y un tercio, y aún más en ese inning de apertura al cual llegó con las bases llenas y sin out para liquidar por asfixia el ataque de los canguros.

La verdad es que la gran pregunta es ¿cómo el mejor serpentinero de Cuba en los últimos cinco años no fue el designado para iniciar un duelo tan importante? Freddy Asiel, en un novedoso rol de relevo, se vio aplomado y dominante, igual que Raidel Martínez, a quien no le debieron entregar la bola en el noveno, después de cumplir cabalmente su función. Y Liván Moinelo, ¿verdugo ayer y héroe hoy? demostró que él no es el picher descontrolado de su aparición con Canadá. A golpe de disparos de 95 millas y su rompiente en la punta del home se colgó a su equipo arriba, y con responsabilidad y colmado de todo su abolengo, reinó y decidió para los suyos.

El picheo cubano en sus dos días de trabajo ha ponchado a 26 rivales en 19 entradas y siempre ha tenido que trabajar bajo la presión por la falta de empuje de los maderos.

Creo justo consignar que si bien Australia no es ese medidor para otorgarle a quien le venza una alta nota, frente a Cuba salieron a disputar su juego, sin complejo de inferioridad y siempre aspirando a la victoria. Defendieron a sus modestos lanzadores hasta con los dientes, como lo hizo, en sensacional atrapada, su patrullero central, Aaron Whitefield sobre el mejor batazo que ha pegado Erisbel Arruebarruena en la justa, recostado a las cercas del jardín central.

También hay que decir que, aun con las carencias ofensivas, el elenco cubano peleó el juego tras el letargo de los cuatro primeros innings. Y no se puede dejar de ponderar a Yordanis Samón, el mejor bateador del equipo, esta vez con tres imparables en cuatro turnos y una carrera empujada. Samón y Roel Santos, con dos, pegaron cinco de los siete inatrapables de la Mayor de las Antillas en su segunda aparición en el Premier 12.

Para enfrentar a Australia, el mentor Miguel Borroto hizo ligeros cambios en la alineación, aunque creo que debió incluso ser más proactivo en esas transformaciones, enviando a Raúl González de titular por César Prieto, porque el avileño es de los jugadores de más aportes ofensivos en los últimos años en las selecciones nacionales, y colocó en el último puesto a Arruebarruena.

Se viene ahora un desafío a un nivel altísimo, para el cual el elenco cubano ni es favorito, y a juzgar por lo mostrado hasta ahora, se ve bastante lejos de un rival como Sudcorea, que no juega una pelota espectacular, pero sí muy efectiva en los fundamentos del béisbol. Su pitcheo es una obra de arte, con roles exactamente definidos; una defensa que brilla por su anticipación a las jugadas, lo cual la hace sentirse más cómoda, y con una ofensiva que no le mete miedo al susto, pero que constantemente pone la bola en juego.

Conozco, como todos los que amamos este deporte, de las falencias que nos atraviesan hoy, muchas de ellas expuestas sobre el terreno en este torneo, pero cuando hablo de pelota no puedo pensar de otra forma que no sea en la victoria. Por eso creo que a Sudcorea hay que jugarle con la impronta del béisbol latino, esa que nos hace tener un temperamento sanguíneo, hay que ser agresivo, rápido en las bases, arriesgar, poner a prueba al contrario. Pero para eso es necesario mover más el orden al bate, hacerlo más veloz. No hay nada que perder y mucho que ganar, y aunque crean que estamos locos o ciegos de pasión, a la mismísima campeona del primer Premier 12 y a la titular olímpica de 2008, se le puede ganar. No es hora de pensar ahora en cuentas de posibles empates o en especulaciones sobre otros resultados, el objetivo es Sudcorea.

Y sigo pensando en que Gracial, que ayer partió un bate para no partírselo el mismo en la cabeza, y Despaigne, tienen una tercera oportunidad ante un picheo con alguna similitud al que ellos han bateado en los dos últimos años en la liga japonesa. La madrugada que viene será igual de estresante, pero que bueno que los peloteros no nos dejen dormir. Digo como el primer día de este Premier: Voy a Cuba.

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