Millonarios en Guantánamo

Esperanza OlivaresGuantánamo.- Aunque no viven en grandes mansiones, ni poseen lujosos autos y mucho menos aparecen en la lista que todos los años publica la revista Forbes, con los nombres de las personas más acaudaladas del universo, los guantanameros Álvaro Blanco Román y Esperanza Olivares Fernández, tienen en común considerarse dos de los millonarios del Alto Oriente, a juzgar por los costosos tratamientos médicos que reciben por sus padecimientos cardíacos. 

Esperanza desde hace algunos años padece de una cardiopatía isquémica, mientras Álvaro, mientras cortaba caña en un trabajo voluntario sufrió un infarto del miocardio agudo el 24 de febrero de 1996, ambos han estado ingresados en la sala de cardiología existente en el hospital general docente Agostinho Neto de Guantánamo.

Allí, como miles de guantanameros, recibieron una exhaustiva atención, le practicaron numerosos exámenes y suministraron carísimas medicinas, como las inyecciones de Heparina, unido a la realización, casi diaria, de electrocardiogramas y ecocardiogramas. En la actualidad poseen sus medicamentos y el seguimiento por consultas periódicas, tratamiento y proceder que mantenerlo cuesta una fortuna en cualquier lugar del mundo.

En Guantánamo, por demás la provincia más oriental, montañosa y alejada de la capital del país, característica geográfica que en muchas partes del planeta condiciona el desarrollo socio económico de los territorios, la sala de cardiología cuenta con una profesional nómina de cardiólogos, médicos clínicos, intensivistas, técnicos y enfermeras, multidiciplinario equipo que brinda más de 21servicios de un primerísimo nivel mundial.

 Según  especialistas de la moderna sala el costo que en la actualidad tiene en el mundo un tratamiento cardíaco oscila entre los 35 mil y 45 mil dólares. Considerable cifra que los cubanos no tienen que pagar, pues, desde hace más de medio siglo, cualquier proceder médico en este país se recibe gratis.

El costo diario de un paciente ingresado en la unidad de cuidados intensivos, en la de intermedios y en la de cardiología general, es de más de 57, 47 y 43 dólares, respectivamente. Todo esto sin sumar los medios diagnósticos y los estudios que se le realizan.

Si calculamos que el promedio de estadía en cuidados intensivos es de tres días entonces se superan los 171 USD, si a esta cifra se le suma tres jornadas más en intermedios y tres en cardiología general, entonces el monto sobrepasa los 441 dólares.

En los Estados Unidos o en la vieja Europa, que se desmiembra entre crisis económica y recortes financieros, realizarse un electrocardiograma cuesta más de 50 dólares, un ecocardiograma convencional 250, el ecoestrés más de mil; y entre 2 mil 500 y 5 mil dólares la implantación de un marcapasos, esos imprescindibles aparaticos estimuladores cardiovasculares que tanto nos niega el cruel bloqueo yanqui.

Como en todo el planeta en nuestro país aumenta el número de pacientes con enfermedades cardiovasculares, lo que presupone un aumento en el precio de estos tratamientos, a pesar de  la reorganización de los servicios de salud y la aplicación del método clínico. Datos de la sala de cardiología señalan que en un mes los costos por la prestación de estos servicios, medicamentos y otros estudios especializados como la prueba ergométrica superan los 45 mil dólares.

Sólo en esta institución médica se realizan como promedio en el año unos 4 mil electrocardiogramas y 5 mil  ecocardiogramas, si se multiplica esta cifra por el valor de cada prueba entonces el resultado de este valor nunca es menor de 200 mil dólares en electro y un millón 250 000 en eco.

Si luego de tantas cifras, los lectores desean seguir calculando arribarán a la conclusión de que  el costo de las atenciones médicas recibidas por Álvaro y Esperanza, en cada uno de sus ingresos supera los 5 mil dólares. Si a esta cifra le realizamos la conversión en moneda nacional con los actuales precios de CADECA el monto del tratamiento alcanza los 125 mil pesos.

Indudablemente que ni Álvaro con el salario que devenga como funcionario de la Asamblea provincial del Poder Popular, y mucho menos  Esperanza con sus 200 pesos de jubilación podrían costearse su tratamiento cardíaco y además comprar medicamentos como la nitrosorbide, la nitroglicerina y el clopidogrel.

Y es por eso que tanto Álvaro, al que todos cariñosamente llaman “Blanquito”, aquel negrito de extracción humilde del antiguo central La Isabel que la Revolución le dio la oportunidad de hacerse tecnólogo en construcción de maquinaria y licenciado en economía, como la guajira Esperanza, quien en su niñez, la pobreza familiar que le rodeaba no le permitieron el placer de jugar con una muñeca, son ahora dos guantanameros millonarios.

Ellos como muchos otros cubanos tienen la millonaria suerte de vivir en una Cuba con un proyecto social que brinda atención médica gratuita. De no ser así la historia de Álvaro y Esperanza, hace años, hubiese tenido otro final.   

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