Mariana: una estirpe, una cubana, la Madre de la Patria

Guantánamo.- Muchas mujeres ha dado Cuba, ejemplos por su entrega e incondicionalidad al servicio de la Patria, pero cuando se habla de Mariana Grajales Coello, no podemos sustraernos a su magnífico espíritu fervoroso que no solo cultivó en su alma sino que sembró en cada uno de sus hijos e hijas; convirtiéndose en paradigma para las pasadas, presentes y futuras generaciones.

Hace 203 años nació la extraordinaria patriota, la madre de los Maceo, la madre de todos los cubanos. Fue el 12 de julio de 1815 en Santiago de Cuba, en un seno familiar conformado por los dominicanos: José Grajales y Teresa Coello; quienes le concedieron una basta educación ética que serviría de caldo para la educación que transmitió más tarde a su pródiga prole.

Hija de una familia mulata libre, que incluso no había sufrido la esclavitud, Mariana conoció de las prisiones de cimarrones y de los palenques del Oriente Cubano, y dedicó su vida a la lucha por la independencia de la nación contra el colonialismo español. En su seno forjó a combatientes de bravura inusual, que mayoritariamente ofrendaron sus vidas en la manigua redentora; trasladó armas y provisiones a los mambises, cuidó de enfermos y heridos en los hospitales de campaña; arregló la ropa de los participantes en la contienda e incentivó en ellos la fe en la victoria, fomentando además la disciplina y la resistencia ante los infortunios.

Mariana Grajales Coello se casó muy joven con Fructuoso Regüeiferos, enviudando siete años después del matrimonio; de la unión nacieron futuros soldados de la lucha emancipadora: Felipe, Manuel y Fermín. Su segundo esposo fue Marcos Maceo, también guerrero por la libertad de Cuba, y con él  concibió a Justo, a Antonio de la Caridad; María Baldomera, José Marcelino, Miguel, Julio, Dominga, José Tomás, Rafael, Marcos y a María Dolores, combatientes en el frente y retaguardia del combate, tomando en cuenta a las hembras.

Ejemplo excepcional de conducta humana, de constancia, firmeza y amor profundo, fue quien trasciende hasta nuestros días, al paso de la historia y los años, como Madre de la Patria. Mariana; capaz de inculcar altos valores morales a sus descendientes, estuvo en pie de guerra durante diez años de feroz contienda, por montes, cruzando ríos, andando con los pies sangrantes por la manigua; y solo salió de su terruño natal al exilio en Jamaica en mayo de 1879, obligada por las circunstancias adversas generadas tras el Pacto del Zanjón.

El Titán de Bronce, su hijo Antonio de la Caridad Maceo Grajales, preparó meticulosamente su partida hacia esa isla caribeña, teniendo en cuenta que el ejército colonialista conocía de su paradero. En su casa de Jamaica, recibió a los compatriotas que reiniciarían la lucha por la independencia, entre ellos al Héroe Nacional, José Martí, quien la definiría como “…la mujer que más ha movido mi corazón”.

Esculpida, con ribetes de arrojo incomparable, quedó plasmada en el libro del heroísmo su legendaria frase a Marcos, el menor de sus hijos varones: “¡Y tú, empínate porque ya es hora de que te vayas al campamento!”, en medio del dolor por la primera herida de guerra que sufriera Antonio en el combate de Armonía, el 20 de mayo de 1869.

La anécdota expuesta sería suficiente para considerar a Mariana Grajales Coello como una mujer y madre magnífica, pero su impronta va más allá; porque cuando se menciona a Mariana, estamos hablando de una estirpe, una cubana, de la Madre de la Patria; y no podía ser de otra manera.

 

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