La luz de Maisí

Guantánamo.- Es niña y se llamará Valentina. Ya su mamá lo tiene decidido. Y difícilmente exista alguna razón que la haga cambiar de idea. Con 26 semanas de embarazo, Dannia Durán es una de las siete gestantes que actualmente atiende el consultorio Punta de Maisí, ubicado en el extremo más oriental de Cuba.

 

En un abrir y cerrar de ojos ya Valentina habrá nacido. Pero llevar a feliz término cualquier alumbramiento entraña una altísima responsabilidad, que supera incluso el ámbito familiar.

 

De esas cuotas de dedicación y profesionalidad bien conoce Dannia, pues su médico y enfermera de la familia no le pierden pie ni pisada. No es casual entonces que la mortalidad infantil y materna se mantenga en cero en esta localidad.

 

Aunque radica en una zona muy distante de la cabecera municipal recibe sistemáticamente la atención prenatal y la consulta multidisciplinaria por parte del Grupo Básico de Trabajo, en el cual intervienen especialistas de Medicina Interna, Estomatología, Gené­tica y Nutrición, entre otros.

 

“Cuenta mi madre que no tuvo las mismas alternativas, y yo doy gracias por ese ges­to inmenso de hacer valer los beneficios de la salud hasta en el último de los sitios”, señala Dannia.

MEDICINA DE ROSTRO JOVEN

 

Luego de tres años en el consultorio Punta de Maisí, el médico Yoandris Correa Pons ha vuelto a “graduarse”. “La Universidad te prepara, pero uno se forja como verdadero profesional en un lugar como este, donde tienes que en­frentar disímiles urgencias y sobre todo, comprendes el alcance e importancia de los servicios sanitarios”.

 

Alrededor de 850 personas reciben la asistencia de este equipo básico, cuyas estrategias de prevención y promoción deben incidir, con mayor fuerza, en el cambio de los hábitos de vi­da de esta comunidad pesquera, donde aún es alto el índice de bajo peso por malnutrición y el asma bronquial, agudizada por las condiciones climatológicas de la zona.

 

Poblaciones distantes y envejecidas, así co­mo la lejanía de otros centros de salud y la presencia de un relieve en extremo complejo, son al­gunos de los factores que hacen más difícil el trabajo del médico y la enfermera de la fa­milia en Punta de Maisí. Pero ello no limita la atención de todos los pacientes, hasta el más recóndito, que quizá también sea el más agradecido.

 

En una ocasión, rememora Yoandris, le llegaron a la consulta un paciente herido de gravedad, un niño convulsionando y otro con un fuerte ataque de asma. “Hubo que atenderlos a todos casi a la vez. Esa ha sido, probablemente, mi experiencia más tensa. Pero todo salió bien y en ello fue determinante el papel de la enfermera”.

 

Recientemente, también la doctora Clau­dia Alfaro comenzó a trabajar en este consultorio, luego de graduarse en julio pasado. “Las características del terreno te juegan una mala pasada, pero quién si no los jóvenes, somos los encargados de llevar adelante la noble ta­rea de sembrar salud en las comunidades in­trincadas y de difícil acceso”, afirma.

 

Admite que al principio se sintió “extraña”, pero el roce y el vínculo directo con los pacientes la hacen sentir en familia, la hacen sentir como en casa.

 

Intercambiamos además con Alexei Jimé­nez, operario de vectores, quien forma parte del equipo básico de salud, a partir de las trans­formaciones emprendidas en el sector.

 

Enfatizar en la higienización de los hogares y elevar la percepción de riesgo de los po­bladores constituyen líneas directrices de su la­bor, en pos de prevenir cualquier situación epi­demiológica.

 

Ya cae la tarde y continúan las entrevistas. Muy cerca del consultorio Punta de Maisí el fa­ro serpentea y lanza sus señales sobre el mar. En tierra, sin embargo, son los médicos quienes ofrecen su luz.

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