La lección no aprendida

Fascismo: La lección no aprendida Guantánamo. – El 1 de septiembre de 1939 comenzó el mayor drama vivido por la humanidad. A las 4:47 am de ese viernes, el acorazado alemán SMS Schleswig-Holstein disparó contra la base militar polaca en la península de Westweplatte, en Gdanks, entonces la ciudad libre de Danzig.

Fue el inicio de la operación Fall Weiss (en alemán, Caso Blanco), la invasión nazi a Polonia por más de un millón y medio de soldados, apoyados por cerca de 2 800 tanques, unos 2 300 aviones y 9 000 cañones, considerada como el detonante de la Segunda Guerra Mundial.

Muchos historiadores dicen que el origen del conflicto fue el afán revanchista de Alemania tras la derrota en la Primera Guerra Mundial y las represalias contenidas en el Tratado de Versalles.

Los acuerdos la obligaron a dejar prácticamente de producir armamentos, pagar una cuantiosa indemnización por concepto de reparaciones de guerra, la pérdida de sus colonias y el reconocimiento de la soberanía de Bélgica, Polonia, Checoslovaquia (hoy República Checa y Eslovaquia), Austria, Hungría y ceder parte de sus territorios.

Lo que está evidenciado es que esa guerra fue causada por el deseo de las grandes potenciales imperialistas de entonces de llevarse la mejor parte en el reparto del mundo, así como por el miedo a las ideas revolucionarias que crecían en varias partes del planeta.  

Pronto el Tratado de Versalles comenzó a ser letra muerta. La Gran Revolución de Octubre, dirigida por Lenin, hizo a Gran Bretaña y Francia aceptar el ascenso al poder de Adolf Hitler en 1933, aupado por la gran burguesía germana, a pesar de que el cabecilla nazi prometió cancelar el Tratado de Versalles y conseguir un mayor “lebensraum” (en alemán, espacio vital), un derecho que “merecía” el pueblo alemán por ser una raza superior.

Hitler anunció en su tristemente célebre Mi Lucha que a la larga su objetivo real era el ataque a la URSS. Londres y Paris lo azuzaron para que fuera el victimario del primer estado de obreros y campesinos del mundo. No olvidar la bochornosa Conferencia de Múnich en 1938.

El mal ejemplo de la Revolución rusa que a su vez desencadenó una revolución mundial debía ser extirpado para garantizar el nuevo reparto de colonias y sus materias primas necesarias para las ganancias de las grandes empresas y bancos capitalistas.

Pero el cuervo intentó sacar los ojos a sus criadores y los disparos hechos el 1 de septiembre de 1939 por el SMS Schleswig-Holstein con sus cuatro cañones SK L/40 de 280 mm y los cinco SK L/45 de 150 mm, de la banda de babor, iniciaron una guerra peor que la anterior.

Polonia fue la primera víctima. Traicionada por Gran Bretaña y Francia, así como por su gobernante, que huyó a Rumania, se rindió al invasor nazi el 6 de octubre de 1939. Lo pagó bien caro durante la ocupación fascista: 6 millones de vidas, el 20% de la población.

El Ejército Rojo, con el apoyo de combatientes locales, liberó al país en febrero de 1945, mediante la Operación Vístula-Óder. Ahora un rencoroso gobierno polaco hay decidido desmontar a cerca de 500 monumentos dedicados al soldado soviético. Malagradecidos.

Seis años y un día duró la Segunda Guerra Mundial. Finalizó formalmente el 2 de septiembre de 1939 con la firma del Acta de Rendición del Japón militarista, impulsada más por la derrota a manos del Ejército Rojo de las tropas niponas ocupantes de China que por el criminal bombardeo nuclear norteamericano contra Hiroshima y Nagaski.

La URSS jugó el papel determinante en la guerra a un costo altísimo: la vida de 8,7 millones de militares y 18,3 millones de civiles.

¿Lección aprendida?

En la Segunda Guerra Mundial fue vencida la Alemania nazi y la Italia fascista, pero no desterradas por siempre las ideas fascistas.

Lo demuestran los recientes incidentes en Charlottesville, Virginia, EE.UU, en los que un conductor abiertamente fascista embistió con su automóvil a una multitud que protestaba en contra de una marcha de supremacistas blancos y neo-nazis, causando la muerte de una persona y heridas a otras 19. Demócratas y republicanos criticaron fuertemente al presidente Trump por no rechazar firme y explícitamente las acciones de los ultranacionalistas blancos.

La elección del multimillonario para ocupar la Casa Blanca ha sido un factor de revitalización del Ku Klux Klan y los grupos neo-nazis, así como del surgimiento de la Derecha Alternativa (Alt-right), profundamente racistas, anti-semitas, misóginos, xenófobos y anti-musulmanes.

Y esto sucede casi 72 años después de fundada la Organización de las Naciones Unidas (24 de octubre de 1945) para supuestamente facilitar la cooperación mundial en materia de Derecho Internacional, la paz y la seguridad, el desarrollo económico y social, los asuntos humanitarios y los derechos humanos.

Pero en nombre de la ONU los Estados Unidos intervinieron en la Guerra de Corea. La organización tampoco pudo impedir otros conflictos asociados a la Guerra Fría como el de Vietnam y Angola o que la mayor potencia imperialista del mundo metiera sus manos en los asuntos internos de Guatemala, Cuba y República Dominicana, además de promover regímenes militares de corte fascista en Centro y Sudamérica.

Pese a la derrota de Alemania nazi-fascista, las infames ideas de Hitler sobrevivieron en movimientos posteriores a la Segunda Guerra Mundial y que en muchos casos existen en Alemania, Grecia, España, Eslovaquia, Estonia, Francia, Hungría y hasta en Rusia. También los mencionados en Estados Unidos, así como en Canadá y varios países latinoamericanos.

La explicación es simple y a la vez profunda. El Diccionario Filosófico, obra soviética de 1965, da una definición cabal: “El fascismo es la dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, chovinistas e imperialistas del capital financiero”.

Desde esa perspectiva, el imperialismo es un sistema en descomposición, en el que la gran burguesía adopta las medidas de fuerza más drásticas cuando circunstancialmente no puede resolver por los métodos de la democracia representativa los retos que son el ascenso del movimiento obrero y las crisis económicas cíclicas que lo aquejan.

En momentos de la hegemonía casi total del capitalismo, con los EE.UU a la cabeza, impedir el auge de la ultraderecha corresponde a las personas progresistas y de buena voluntad, aunque el fenómeno exige una solución más radical.

Así las cosas, 78 años después de aquel fatídico ataque del SMS Schleswig-Holstein contra la base militar polaca en la península de Westweplatte, detonante de la tragedia, la humanidad no ha aprendido, al menos por completo, la lección de la Segunda Guerra Mundial.

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